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Imperdonable

Nadie sabe dónde anda el espíritu demoledor de Hugo Chávez. El pelmazo...

18 de marzo de 2013 Por: José Félix Escobar

Nadie sabe dónde anda el espíritu demoledor de Hugo Chávez. El pelmazo de Nicolás Maduro, sucesor a dedo, acaba de pronunciar este monumento a la estolidez, que conviene citar completo: “Nosotros sabemos que nuestro comandante ascendió hacia esas alturas y está frente a frente a Cristo, alguna cosa influyó para que se convoque a un papa suramericano, alguna mano nueva llegó y Cristo le dijo 'bueno llegó la hora de América del Sur', así nos parece". La beatificación y canonización son, para el antiguo conductor de bus, simples formalismos vaticanos.Sobre las últimas semanas de Hugo Chávez se ha dicho que nunca se separó de un crucifijo y es de esperar que el Dios de los cristianos haya acogido en su seno a esta alma dictatorial y explosiva. Que así sea. Pero lo que ningún latinoamericano medianamente estructurado puede aceptar y mucho menos perdonar, es el inicuo abuso que hizo Chávez del ideario, de la figura histórica, de la espada, de los restos y hasta de la imagen del Libertador Simón Bolívar.A Chávez, alebrestado invasor de prestigios ajenos, le dio desde un principio por sentirse par del prócer caraqueño. Con el paso de los años la audacia del dictador de Barinas fue creciendo. Ni los momentos históricos coincidían, ni el acervo ideológico de uno y de otro calzaban, ni el probado desprendimiento del prócer se asemejaba a la rapacidad económica del dictador y su familia. Pero Chávez continuó hasta su muerte sosteniendo ese parangón imposible.El punto culminante del irrespeto fue la orden dada por Chávez de elaborar un retrato del Libertador, a partir de sus restos exhumados. Como era de esperarse de alguien que todo lo sesgó, el Bolívar de Chávez resultó una mezcla de Neandertal con llanero venezolano. Semejante esperpento es exhibido ahora por toda Venezuela, como una refrendación de que el único y verdadero legado del chavismo es la creencia de que los petrodólares todo lo pueden.Los vallecaucanos engendramos a Enrique Uribe White, un ingeniero de conocimientos ecuménicos, quien buena parte de su vida la pasó rastreando cuanta pintura, lienzo, acuarela o miniatura recogía la imagen de Simón Bolívar. Uribe recibió además permiso expreso del erudito venezolano Alfredo Boulton para reproducir los retratos del Libertador publicados por Boulton a mediados del Siglo XX. En 1967 Editorial Lerner produjo la monumental ‘Iconografía del Libertador’, según la recopilación hecha pacientemente por Uribe White, maravillosa obra que guardo con celo en mi biblioteca. La insolente barbarie del dictador de Barinas barrió con el testimonio gráfico de los pintores contemporáneos de Bolívar, que lo guardaron para la posteridad tal como fue. Colombianos como Espinosa y Figueroa, el peruano Gil de Castro, el ecuatoriano Salas; grabadores y miniaturistas europeos y americanos; la mascarilla fúnebre del Libertador; las descripciones literarias que concuerdan con las conclusiones gráficas; todo el enorme esfuerzo del maestro Uribe White fue objeto de un grosero ataque por parte del golpista recién desaparecido. Sencillamente imperdonable.

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