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El panadero presuroso

Supongamos que los hermanos Grimm (Jacob y Wilhelm) volvieran del pasado y...

23 de noviembre de 2015 Por: José Félix Escobar

Supongamos que los hermanos Grimm (Jacob y Wilhelm) volvieran del pasado y recibieran el encargo de escribir un cuento inspirado en los esfuerzos políticos de Juan Manuel Santos por hallar un acuerdo de paz con las Farc. Los famosos hermanos, observando las vueltas, revueltas, ires y venires del presidente Santos, bien podrían titularlo ‘El panadero presuroso’. Los que hornean con pericia saben que respetar los tiempos es definitivo para que el producto buscado no se malogre. Santos, de paso, cada día se asemeja más a un aprendiz de brujo que, bien intencionado, destapó un enorme caldero del cual han emergido fuerzas y engendros que el aprendiz no ha sabido dominar.Y, dentro de la conocida táctica de huir hacia adelante, el presidente ha encontrado como recurso permanente el de fijar plazos perentorios a las Farc para tratar de sacar “por las buenas o por las malas” los acuerdos de paz. Que levante la mano el panadero que defienda la bondad de hornear el pan a los empujones.El gobierno nacional ha abrazado otra táctica: la del silencio relativo en torno a los diálogos de paz. La opinión pública de nuestro país se lleva la impresión de que constantemente se le oculta información clave y que nunca se le dice todo lo que debería saber. Cuando se acerca el anunciado final del 23 de marzo de 2016, la preocupación por el silencio oficial se está convirtiendo entre nosotros en una peligrosa tormenta.Es probable, por ejemplo, que sean los cubanos los que hayan fijado término a su larga y de verdad generosa acogida a los diálogos de La Habana. Han sido tan largas las conversaciones que alcanzó a producirse un cambio geopolítico de alcances globales como el reinicio de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. Que a nadie le quepa dudas: para la Cuba de hoy es mucho más importante cortejar a su nuevo mejor amigo que continuar acogiendo a los dos bandos colombianos en sus charlas interminables.Pero es evidente que a este pan le falta mucho horno. La prisa del gobierno y su atropellado manejo de la refrendación y el posconflicto pueden llevar a un terrible resultado: que se firmen apresurados acuerdos en La Habana para quedar bien con los anfitriones y con la platea internacional, pero que se abra un enorme conflicto político interno en Colombia engendrado por la opacidad y las múltiples dudas no resueltas. Quien determinó con toda claridad la realidad de la situación fue el papa Francisco. El pontífice pidió evitar un nuevo fracaso pero no asimiló el fracaso al no cumplimiento de una fecha predeterminada. Si el proceso requiere de más tiempo, hay que dárselo. Si ello implica cambiar los diálogos de sede, hay que hacerlo. Tal como están de trabadas hoy las cosas no se ve qué pueda hacer Enrique Santos, el Gran Hermano del proceso, para sacarlo adelante dentro del plazo que lanzó el gobierno.Nuestro panadero presuroso debe airear a los cuatro vientos la receta de lo que está en el horno. Santos y sus adláteres deben entender que la opinión pública interna debe conocer y debatir el contenido de los acuerdos antes de la firma y no después. Ese entorno light que se ha creado alrededor del proceso debe entender que la paz no se hace en Oslo, Londres o Washington, sino en el Caquetá, Norte de Santander o el Huila. Si el debate de los contenidos no se da, allí sí es cierto que en el horno se quemará el pan.

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