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El manual equivocado

Cuando nuestro actual gobierno manifiesta que ante los agravios del chavismo se...

1 de septiembre de 2015 Por: José Félix Escobar

Cuando nuestro actual gobierno manifiesta que ante los agravios del chavismo se impone proceder con “diplomacia”, es válido preguntarse qué entienden en la Cancillería por “diplomacia”. Similar pregunta hay que hacerse cuando el energúmeno de al lado habla de “paramilitares”. Bien, ya los medios de comunicación (que, por cierto, el chavismo odia) se han encargado de absolver la segunda de las preguntas: para Maduro los “paramilitares” son esos cientos de colombianos pobres a quienes primero se les toleró vivir en el país vecino y luego comenzaron a ser echados como perros.Todo indica que nuestro gobierno también tiene una grave distorsión del concepto de “diplomacia”. Conociendo que los centralistas colombianos han querido copar desde siempre la Cancillería, los últimos acontecimientos revelan que entre quienes manejan nuestras relaciones exteriores se entiende por “diplomacia” la aplicación cotidiana de los modos corteses que son comunes en el altiplano central: cómo sentarse a la mesa, quién debe caminar primero, a cuál lado de los jefes de estado debe colocarse cada persona. Es decir, puro protocolo. Sin desdeñar en absoluto este conjunto de normas de conducta, es preciso afirmar que ellas son la parte epidérmica de la diplomacia, pero no constituyen su fondo.El derecho de gentes se ha caracterizado, en su esencia, por la aplicación del principio de reciprocidad: si tú actúas, yo reacciono. Frente a razones, razones, y frente a hechos, hechos. Esto, por supuesto, contradice la naturaleza de quienes no parecen tener sangre sino perfume francés en las venas. En esos días tan dolorosos en los cuales la televisión mostraba una trágica diáspora de compatriotas con sus enseres al hombro, en medio del río fronterizo, fue brutal comprobar que, por contraste, nuestra Canciller citaba a su homóloga venezolana a una muy elegante reunión en la casa del Marqués de Valdehoyos, en Cartagena. Mucho protocolo y nada de resultados.Si de algo saben los europeos es de diplomacia. Ellos la inventaron. A Vladimir Putin (otro atropellador, pero nada torpe) lo hicieron desistir, con medidas económicas de gran fuerza, en su intención de anexionarse el este de Ucrania. Nada de “hablar y no contestar”, como reza el aguinaldo santafereño. Merkel, Hollande y la Otan colocaron a Putin en su sitio, con un mínimo de protocolo y un máximo de fortaleza. Hay ocasiones cruciales en las cuales los hechos adquieren su propia dinámica.El infame atropello de Maduro y sus esbirros debió ser respondido de inmediato con todo el arsenal jurídico con que cuenta un estado soberano en circunstancias como esa. De hecho, todas las relaciones con un estado bandido como el chavista debieron comenzarse a analizar, una a una, desde el momento de las primeras deportaciones. ¿Qué tiene que hacer Colombia en el engendro chavista conocido como Unasur? ¿Por qué no se ha exigido a Venezuela el pago de las deudas que aún tiene con empresarios colombianos? ¿Por qué no detener todo proyecto conjunto entre las dos naciones? ¿Por qué no se ha excluido a Venezuela como “país facilitador” de los diálogos de paz de La Habana?Es triste comprobar que de nuevo nuestra Canciller ha actuado, en materia de diplomacia, con un manual equivocado. Como en el lío marítimo con Nicaragua y como en la reunión de la Alianza del Pacífico que ella convocó, precisamente, en Cartagena.

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