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De cara al futuro

Tendremos que prepararnos para otra “década perdida” en la cual de manera consciente se sacrifiquen grandes proyectos a cambio de mantener vigentes las garantías sociales mínimas

7 de marzo de 2021 Por: Vicky Perea García

Para algunos, como Keynes, no es productivo hablar del futuro porque en el largo plazo todos habremos muerto. Esa opinión ha cambiado dado que cada vez está más extendida en el mundo la preocupación por lo que viene, sea en el futuro próximo o en el lejano. El cambio climático y la devastación causada por la pandemia se han encargado de colocar en el primer plano la preocupación por el futuro.

La crisis económica derivada de la pandemia exigirá gran atención de nuestros gobernantes. Como siempre, sólo hay tres caminos por recorrer. El primero es incrementar la tributación, imponiendo a los ciudadanos nuevos gravámenes y más altas tarifas. Pero como “del cuero salen las correas” una actividad económica tan golpeada no resistirá nuevas cargas.

El segundo camino consiste en liquidar inversiones estatales o vender activos y empresas públicas para mejorar la situación de las arcas del Estado. En este sentido fue excelente la decisión tomada por Ecopetrol de adquirir la mayoría accionaria de ISA, lo que conserva la propiedad estatal en ese sector estratégico y libera importantes fondos para el Gobierno Nacional.

Solo queda acudir al endeudamiento, tal como lo vienen haciendo las grandes potencias del mundo. Tendremos que prepararnos para otra “década perdida” en la cual de manera consciente se sacrifiquen grandes proyectos a cambio de mantener vigentes las garantías sociales mínimas y velar para que el índice de desempleo no se dispare. El Congreso norteamericano marca la pauta, pues está tramitando en estos momentos un gigantesco paquete de ayudas y subsidios.

El mundo parece decidido a ‘descarbonizar’ hasta donde sea posible la actividad productiva. La combustión de hidrocarburos como fuente de energía ha comenzado a declinar y para el 2030 muchos países esperan contar con un buen número de vehículos eléctricos. También comenzó a caer en forma dramática el consumo de carbón, lo que ya golpeó la actividad minera en El Cerrejón.

En muchas partes se celebrarán elecciones y los países democráticos debemos confiar en que los populistas y demagogos no se aprovechen de la crisis causada por la pandemia. En Colombia el 2022 será el año en que se elija al sucesor de Iván Duque. A quienes tanto critican a nuestro actual presidente los queremos invitar a ver una imaginaria película de horror: Gustavo Petro y su izquierda circense administrando la grave situación causada por la pandemia.

Con certeza el presidente Duque contabiliza más aciertos que errores. Dentro de estos últimos está su decisión de regularizar la situación de miles de inmigrantes venezolanos. Sin duda este paso generoso del gobierno de Colombia contiene un ‘efecto llamada’ que aumentará la llegada de miles de migrantes a través de una frontera muy difícil de controlar.

Como era de esperarse este ejemplo de ‘buenismo’ ha sido aplaudido por los organismos internacionales y las grandes potencias. Algo parecido sucedió en Alemania en 2015 cuando Ángela Merkel acogió a un millón de refugiados sirios. La diferencia salta a la vista pues Alemania es un país rico y nosotros no. Quedamos los colombianos a la espera de que las grandes potencias nos colaboren para asumir los costos del gesto.

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Si Iván Cepeda es filósofo y Claudia López experta en Ciencia Política, ¿por qué pontifican en Derecho en contra de la Justicia cuando los fallos no les gustan?

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