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Cuestión de palabras

Las hay de usar y botar. Pero existen palabras que significan algo...

15 de noviembre de 2010 Por: José Félix Escobar

Las hay de usar y botar. Pero existen palabras que significan algo preciso, de manera unívoca y por fuera de cualquier ambigüedad. Podría decirse que desde Santo Tomás de Aquino la sabiduría occidental se ha concentrado en definir, en precisar, en comparar y en distinguir. Recientemente Timothy Garton Ash, el excelente escritor británico, afirmaba que la mezcolanza de los conceptos y la degradación de los significados parece ser una constante de los tiempos que corren. Y ponía como ejemplo una frase de campaña del recientemente elegido Primer Ministro inglés, David Cameron: “Pueden llamar a esto liberalismo. Pueden llamarlo más poder para la gente. Pueden llamarlo libertad. Pueden llamarlo responsabilidad. Yo lo llamo la Gran Sociedad”. Ash, como buen académico, señalaba que cada uno de los conceptos que mezcló el candidato Cameron tiene un significado diferente. Pero el electorado se encogió de hombros y le dio la victoria. En esta era, presidida por la inagotable influencia de Marshall McLuhan, cualquier idea, correcta o no, pero bien mercadeada, puede llegar a tener éxito.Las minorías lo saben. Por ello a comienzos del siglo XX el político italiano Gaetano Mosca aseveró que “el poder consiste en la supremacía de una minoría organizada sobre una mayoría desorganizada”. El activismo machaca continuamente a la opinión pública con sus lemas y eslóganes, a sabiendas de que detrás de la percusión incesante puede estar la victoria. Con la palabra matrimonio ha ocurrido una desnaturalización avanzada. Antes de finales del siglo pasado se tenía clara la idea de que el matrimonio era la unión estable de un hombre y una mujer, con ánimos de convivencia y establecimiento de relaciones familiares duraderas. Cromáticamente hablando, era la unión del azul con el amarillo para generar el color verde.Hasta que las minorías de orientación sexual diversa tomaron como objetivo de sus reivindicaciones —muchas de ellas justas— al concepto mismo de matrimonio. Y por lograr un reconocimiento de sus derechos a vivir en pareja, mezclaron las ideas y terminaron por desvirtuarlas. La legislación debe ocuparse, por supuesto, de los derechos y deberes de quienes tomen ese tipo de decisiones. Una opción civil de convivencia, tal como la definió Francia en 1998.Pero el activismo de las minorías no puede servir de ariete para desconocer el significado de una palabra que es a la vez una antigua institución, un sacramento religioso y un poderoso cimiento de las sociedades civilizadas. Nuestra Corte Constitucional acaba de abstenerse para decidir la demanda que, por supuesta violación al derecho de igualdad, se presentó contra el concepto de que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer.La alcaldesa de Chapinero, firme activista de esa causa, criticó con dureza la reciente decisión de la Corte. Parece desconocer la funcionaria que la misma Corte ha precisado desde hace rato los conceptos de igualdad entre iguales y desigualdad entre desiguales. Respetada alcaldesa: por más que mezcle distintas tonalidades de azul, no podrá obtener el color verde.

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