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¿Cómo tratarlos?

En esta, como en tantas ocasiones, el referente moral debe ser el...

17 de septiembre de 2012 Por: José Félix Escobar

En esta, como en tantas ocasiones, el referente moral debe ser el Papa. De hecho, no hay un líder religioso más respetado que el Obispo de Roma y jefe del pequeño estado Vaticano. Benedicto XVI habló desde Beirut, en medio de la caldera árabe, adonde llegó en un viaje planeado desde hace tiempos. El Papa, sin decirlo, exhortó a desechar la teoría de Huntington: no hay que suponer la guerra entre las religiones como algo de fatal ocurrencia. Por el contrario, la sociedad debe construirse sobre la base del respeto a las minorías religiosas. El problema actual, sin embargo, es diferente. ¿Qué hacer cuándo las minorías fanáticas y extremistas secuestran el querer de las mayorías? Se estima que hoy uno de cada cinco habitantes del planeta es musulmán. Pero de estos 1.500 millones de seres, sólo unos cuantos miles son violentos, intemperantes, fundamentalistas, obstinados y excluyentes. Son los llamados ‘salafistas extremos’ o ‘yihadistas’. ¿Cómo tratarlos?Ni soñar con los llamados a la tierra arrasada que algunos hacen a gritos, como si se pudiera aniquilar a la quinta parte de la humanidad. Los musulmanes son muchos y su inmensa mayoría es gente de bien, que de hecho convive en paz con sus vecinos. Cualquier interpretación que se haga del mensaje de Mahoma tiene que enmarcarse en las circunstancias en las que vivió el Profeta, en una Arabia profunda, y en pleno Siglo VII de nuestra era. Benedicto XVI también ha dicho en Beirut que tenemos que aceptar las diferencias. Y colocó como ejemplo la tierra libanesa, donde musulmanes y cristianos han vivido juntos durante siglos. Pero la cepa intransigente y violenta que anidó dentro del Islam es un peligro real para la convivencia de la humanidad. Los países que experimentan sus brotes deben combatirlos con esfuerzo. Legítima tristeza afloró en el rostro de la secretaria de Estado Hillary Clinton, cuando expresó su dolor por el salvaje ataque que costó la vida del Embajador norteamericano en Libia. “Cómo pudo ocurrir esto en un país que ayudamos a liberar y donde garantizamos la seguridad”, reflexionaba la señora Clinton.La prudencia debe prevalecer en Occidente. Si las cepas violentas atacan a la menor provocación, ¿para qué provocarlas? Las sociedades tolerantes del mundo musulmán, como Túnez, Bangladesh y Turquía, deben ser alentadas en sus esfuerzos por hacer de la vida política una actividad predominantemente laica. Nada de caricaturas burlescas ni de bodrios innombrables como el video que irrespeta a Mahoma. Nada de eco al reverendo que quema ejemplares del Corán en un pueblo de la Florida. En la base de todo están las nociones de creencia y de respeto. A los ojos de muchos occidentales parece insensato que se prescriba la manera de saludar, de vestir, de bañarse, de rasurarse el cabello, de afeitarse el rostro, de exhibir o no exhibir el cabello o el rostro. Pero si millones de seres humanos creen en ellas, hay que aceptar esas maneras y prescripciones. Ese es el llamado al respeto por la diferencia que -en acto de sumo valor personal- acaba de hacer Benedicto XVI en Beirut.

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