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Sigifredo, poeta

No hay delito más atroz, ni que cause mayor zozobra a una...

15 de agosto de 2013 Por: Jorge Restrepo Potes

No hay delito más atroz, ni que cause mayor zozobra a una sociedad que el secuestro, así sea de jóvenes o de adultos. Ese crimen destroza a las familias de las víctimas que ven discurrir horas interminables sin que se produzca la llamada o aparezca el mensaje tasando el rescate, por lo general con peticiones que están siempre más allá de las posibilidades del que sufre esa tragedia, inventada en la edad moderna, más exactamente en el Siglo XX, pues no recuerdo casos de secuestro extorsivo en épocas anteriores, o al menos no figuran en los textos literarios de crímenes famosos.Uno de los más horripilantes secuestros que se haya cometido en este país, entre cuyos pobladores existen auténticas bestias que pasan por encima de cualquier asomo de piedad para llevar a tanta gente a sus guaridas en las que esperan años para ser liberadas, o que ven en la muerte una especie de evasión, uno de esos casos, digo, fue el de los doce diputados a la Asamblea del Valle, once de los cuales fueron vilmente asesinados por sus captores, y que corresponde a una de las peores acciones de las Farc. De morir a manos de sus captores escapó Sigifredo López, a quien después de padecer cautiverio por siete años le tocó otro incordio más dramático que fue la persecución inicua que unos fiscales le montaron, sindicándolo de ser responsable del secuestro de sus compañeros asambleístas y de su posterior muerte. Menos mal que como pocas veces se ha visto, la sociedad colombiana, de suyo poco solidaria, tomó cartas en el asunto y obligó al Fiscal General a intervenir en ese monstruoso prevaricato que se había organizado contra un hombre sin tacha. Fue tan grave, que el propio fiscal Montealegre salió a ofrecer disculpas públicas, con lo que se abre la puerta a la demanda por indemnización de perjuicios contra el Estado, que puede adelantar la víctima.Con generosa dedicatoria, Sigifredo me ha hecho llegar el libro de su autoría ‘Rescatado por la poesía’, que recoge en pulcra edición los poemas que redactó en la selva, siempre con los fusiles de los guerrilleros cerca del ‘cambuche’. Los versos que escribió en tan precarias condiciones se los decomisaron y destruyeron, y, ya en libertad, con memoria prodigiosa, los pudo plasmar con tinta y papel, y ahora he podido disfrutar de esas conmovedoras palabras, con las que Sigifredo disipó las penas del encierro.Hay allí un poema, bellísimo, ‘La niña dulce’, que contiene el recuerdo de una guerrillera párvula, que después fue sentenciada a muerte en un consejo de guerra y fusilada. No resisto a la tentación de transcribir un fragmento:“Con su ternura de noche con estrellas y un verde oliva que la ciega, la campesina de ojos limpios deambula como un ángel por la tierra”.De veras resulta grato leer estas poesías cargadas de dolor y sufrimiento. Nunca supuse que un hombre corpulento y recio como Sigifredo López tuviese esta vena versificadora para alcanzar punto alto en la poesía colombiana.Mi amigo Sigifredo, a quien quiero y admiro, tomó la decisión de lanzarse candidato por el Partido Liberal al Senado de la República, proyecto que me parece ajustado a la realidad política, pues pienso que con él el liberalismo vallecaucano volverá a tener el liderazgo de los tiempos idos, que tanto añoramos los que tenemos esa doctrina como fundamento de la existencia.Ya se está conformando el grupo de campaña que recorrerá el Valle del Cauca y el país para esa empresa.

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