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Ricardo Jordán Jiménez

Mi querido amigo el exnotario Jaime Jordán Mejía me obsequió el libro...

3 de mayo de 2012 Por: Jorge Restrepo Potes

Mi querido amigo el exnotario Jaime Jordán Mejía me obsequió el libro ‘Dos viernes trágicos’ escrito en 1968 por su tío Ricardo Jordán Jiménez, vallecaucano ilustre y jurista eminente, que ocupó altos cargos en la judicatura, tanto en el Tribunal Superior de Cali como en la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia. También se desempeñó como Registrador Nacional del Estado Civil y allí le correspondió contar los votos en las reñidas elecciones de 1970 cuando Rojas Pinilla fue derrotado por Misael Pastrana, resultado que aún es materia de discusión pues de allí surgió el M-19, que tanto daño causó al país. En ese libro el doctor Jordán trata sobre el viernes 9 de abril, en extenso, y le dedica un capítulo al viernes 22 de noviembre de 1963 cuando fue asesinado John F. Kennedy.El 9 de abril de 1948 a la una de la tarde en pleno corazón de Bogotá, en momentos en que el jefe único del Partido Liberal Jorge Eliécer Gaitán salía de su oficina a almorzar con cuatro amigos, un sujeto al que después se identificó como Juan Roa Sierra, disparó con su barato revólver cuatro tiros, tres de los cuales dieron en la espalda del líder, que moriría minutos después.Tan pronto el asesino consumó su perversa acción, se refugió en la Droguería Granada, que fue invadida por el pueblo enardecido y Roa fue muerto a golpes, sin que pudiera saberse por su boca de la existencia de cómplices que obedecieran a un complot para perturbar el orden público. Su cadáver fue conducido a las puertas del palacio presidencial, ocupado a la sazón por Mariano Ospina Pérez, que había derrotado a los dos candidatos liberales -Gaitán y Gabriel Turbay- en los comicios de 1946.Como no hubo dirigente que encauzara el desenfreno popular, aquella tarde se convirtió en una orgía de sangre, licor y saqueo, que incendió el centro de Bogotá, en momentos en que sesionaba en el Capitolio la IX Conferencia Panamericana. Los liberales le echaron la muerte de Gaitán al Gobierno y este al comunismo internacional, que entonces cargaba con todos los crímenes políticos del mundo.Ospina Pérez -y eso prueba lo ajeno que fue al crimen- designó investigador a un amigo íntimo y condiscípulo de Gaitán, el magistrado de la Corte Suprema de Justicia Ricardo Jordán Jiménez, quien asesorado por los tres mejores expertos de Scotland Yard, el servicio de inteligencia británico, sostuvo la tesis, que yo siempre he compartido, que Juan Roa Sierra actuó en solitario, movido por un sentimiento bastardo de sentirse la rencarnación del general Francisco de Paula Santander, y que su oscura vida le obligaba a hacer algo de trascendencia histórica.Y nada mejor para ese propósito que matar a Gaitán para ocupar puesto destacado en las páginas negras de nuestra historia, que ya registraba el asesinato en 1914 del general Rafael Uribe Uribe.Jordán Jiménez, con noble estilo literario, narra en su libro cómo fue el proceso investigativo y concluye en señalar como único responsable al lunático Roa Sierra. Es lógico, entre otras muchas razones, que si hubiese habido participación oficial o del partido de gobierno, el criminal no habría usado un arma viejísima que compró la víspera por cincuenta y dos pesos.Así que hay que agradecer a Jordán que haya liquidado la monserga de que el crimen de Gaitán está impune. No lo está porque el responsable único fue muerto por la turba y porque no hubo autores intelectuales comprobados.

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