El pais
SUSCRÍBETE

¿Quién teme a la izquierda?

Petro fue alcalde de Bogotá y lo cierto es que a nadie persiguió, ni a nadie le expropió su bicicleta, ni clausuró ningún establecimiento del Grupo Aval. El troglodita procurador Ordóñez lo destituyó y la Cidh lo rehabilitó.

21 de julio de 2021 Por: Jorge Restrepo Potes

En una de estas noches volví a ver ‘¿Quién teme a Virginia Woolf?’, esa película perfecta que obtuvo varios Óscar en 1967 y que encumbró -como si necesitaran mayor coturno- a sus dos principales protagonistas: Elizabeth Taylor y Richard Burton.

Pensé hacer reseña de esta cinta pero me detuve pues estoy muy preocupado porque tengo amigos en las cuatro derechas colombianas, que yo clasifico con las tallas de las camisas: desde la XXXL en donde fulgen los que ven en Álvaro Uribe la reencarnación de Laureano Gómez hasta los vergonzantes uribistas -talla small- que pretenden hacer creer que no son fanáticos del patrón, cuando lo cierto es que no vacilarán en votar por quien él diga en 2022, así sea cualquiera de los terribles antediluvianos que asoman ya en el horizonte. Los conservadores supérstites son talla M.

Como observo a mis amigos al borde de un ataque de nervios, he tratado de tranquilizarlos con algunas reflexiones. Los llevo a imaginar que Gustavo Petro se haga con el poder el próximo año, lo que para ellos es el apocalipsis de un solo jinete, que conducirá a Colombia a ser duplicado de la Venezuela castrochavista.

Los calmé diciéndoles que lo peor que le podría pasar al líder de Colombia Humana sería hacerse con el poder porque el escenario que toparía el 7 de agosto de 2022 lo dejará en el peor de los mundos. Este país ultragodo moverá cielo y tierra para que Petro no gane, y si gana, el hombre tendrá frente a la Casa de Nariño a sus peores adversarios: un Congreso en el que no contará con mayoría; unas Fuerzas Armadas que le temen y no serán obsecuentes; un fiscal general, una procuradora, un defensor del pueblo, un contralor general, una alcaldesa de Bogotá que lo detesta; una junta del Banco de la República independiente del Gobierno, que no acatará la idea de emitir billetes a la loca, en fin, un sartal de enemigos que no le dejará hacer lo que tan asustados tienen a mis camaradas: expropiar empresas y haciendas, nacionalizar la banca, perseguir a Uribe y a los grandes ‘cacaos’, en síntesis, el socialismo del Siglo XXI.

Petro fue alcalde de Bogotá y lo cierto es que a nadie persiguió, ni a nadie le expropió su bicicleta, ni clausuró ningún establecimiento del Grupo Aval. El troglodita procurador Ordóñez lo destituyó y la Cidh lo rehabilitó.

Quienes comulgamos con las ideas liberales no tenemos ese pánico por la izquierda. No nos quita el sueño. No pensamos irnos de Colombia. No estamos vendiendo lo poco o mucho que tenemos. Uruguay no se liquidó con Pepe Mujica; Brasil está en vísperas de reelegir a Lula; México no ha colapsado con López Obrador; y Colombia no saldrá de la civilización occidental si llegase a triunfar Petro.

Aspiro a que uno de los personajes de la Coalición de la Esperanza se imponga en la justa presidencial venidera porque juzgo que Colombia necesita un presidente que ponga término a esta polarización, que de continuar sí nos sacará de la lista de naciones civilizadas, y terminaremos como esos países del Oriente Medio, sin Dios ni ley, a los que ya ni los gringos quieren salvarlos. Que se maten ellos solos, pensaría Biden al ordenar a sus tropas salir de Afganistán.

Tranquilos, muchachos. Sigan con sus prósperos negocios que nada va a sucederles. Tendría que hacer Petro muchas barbaridades para quitarle a Duque el primer puesto como peor presidente de la historia nacional.

AHORA EN Jorge Restrepo Potes