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La Nacional

Cuando en Colombia decimos ‘La Nacional’ nadie piensa en algo distinto de...

22 de diciembre de 2016 Por: Jorge Restrepo Potes

Cuando en Colombia decimos ‘La Nacional’ nadie piensa en algo distinto de la librería. Ni las grandes empresas que se autodenominan nacionales tienen tal empoderamiento de ese distintivo porque esa tienda de libros está incrustada en el corazón de todos los que amamos la lectura.La Librería Nacional cumplió 75 años desde aquel día en que un hombre joven, con más esperanza que prudencia, Jesús María Ordóñez Salazar, nacido en Santander, llegó de Cuba en cuya capital conoció la famosa librería ‘La moderna poesía’, y creyó que podía montar una parecida en Barranquilla, que abrió sus puertas el 7 de septiembre de 1941.El negocio funcionó y eso lo llevó a abrir sucursales en Cartagena y Santa Marta, también con éxito en ventas, y por fortuna para Cali alquiló un local en el Edificio Colseguros y allí instaló el expendió de libros y al fondo la excelente cafetería, que se convirtió en sitio obligado de quienes acudían a charlar, a adquirir una obra de actualidad y después a degustar un delicioso helado.Siempre con el viento a favor, Ordóñez incursionó en Medellín y Bogotá, y hoy hay 35 puntos de venta en seis ciudades pues Pereira también entró en la lista, lo que contradice la torpe idea de que los libros pasaron a mejor vida por los modernos métodos tecnológicos, cuando la realidad es que no existe mayor placer que acariciar el libro, leerlo y conservarlo. Yo que soy de esa cofradía, ya tengo problemas logísticos pues no caben los libros en la casa y soy incapaz de salir de ellos mientras viva. Ya mi familia sabe qué hacer con mi biblioteca cuando me llamen a calificar servicios.Desde luego, que todos debemos gratitud al señor Ordóñez, fundador de La Nacional, pero a mi juicio, quien hoy se lleva todas las palmas es el gerente de tantos años al frente de la empresa, don Felipe Ossa, pues a su simpatía personal une profundo conocimiento de la literatura universal y tiene un sexto sentido para saber cuáles son los libros que tendrían amplia aceptación para pedirlos a las casas editoriales y ponerlos en las estanterías.Soy vecino de la Plaza de Cayzedo y no pasa un día sin que me acerque a La Nacional a ver las novedades y casi siempre salgo con un libro bajo el brazo, lo mismo en la de Palmetto o en la del Oeste o en Unicentro, o en Chipichape, que me atrapan los deseos de adquirir las obras que he visto reseñadas en periódicos y revistas.Por todas estas razones, aprecio a la Librería Nacional como alguien de mi familia pues desde hace muchos años, los que lleva de instalada en Cali, se ha convertido en el oasis al que acudo para saciar mi sed de lectura, que continuará hasta que mis ojos sean capaces de leer las páginas de los libros.Aprovecho esta oportunidad para recomendar ‘La chica del tren’, escrita por la británica Paula Hawkins, publicada en español hace aproximadamente un año y que sirvió para el guión de la película homónima, vista recientemente en Cali, pero como suele suceder cuando hay problemas psicológicos en los personajes del texto, el cine se queda corto para expresar sus vivencias, y por eso siempre es mejor leer el libro.Felicitaciones muy sinceras a los familiares del fundador Jesús María Ordóñez, a don Felipe Ossa y a doña Aura Bustamante, la amable gerente en esta ciudad, y a todos los vendedores de La Nacional. Si no lo han hecho, el Gobierno Nacional y el Congreso deben distinguir esta fábrica de cultura con las más altas condecoraciones.

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