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‘La muy indigna’

La doctora Ruth Marina Díaz, presidenta de la Corte Suprema de Justicia,...

6 de junio de 2013 Por: Jorge Restrepo Potes

La doctora Ruth Marina Díaz, presidenta de la Corte Suprema de Justicia, acaba de cometer un atentado no sólo contra la majestad del cargo que ocupa sino también contra la patria, que estupefacta ve como la guía del más alto tribunal que tiene la Nación, se va de crucero, con un grupo de amigos del Tribunal de Bogotá, de su misma concepción de la moral y de las obligaciones que juraron cumplir.Pero no es solo el paseo náutico lo que irrita a los colombianos. Es la desfachatez con la que trata de explicar el desaguisado: que por razón del “stress” que le causa la cantidad de trabajo que atiende en su despacho, tiene que tomar descanso de cinco días en el mes para calmar el espíritu y así tener la mente mejor dispuesta para firmar las sentencias, o hacer las ponencias que lleguen a su ilustrado criterio.He visto en mi larga vida de trasegar los despachos judiciales, ora como juez, ora como abogado litigante, a unas personas que uno se pregunta por qué están dizque administrando justicia, si son sujetos a los que una portería de condominio les queda grande. Hay que ver qué redacción; hay que leer esas providencias, que cuando son pasables es porque las sacan del computador, ajustándolas al caso que tienen que fallar. Y no son pocos sino muchos los que así manejan esa rama importantísima del poder público.Pero que la Corte Suprema de Justicia tenga como presidenta a esta dama es el colmo de la afrenta contra un pueblo que ha padecido todas las afrentas. Faltaba esta vulgaridad del ‘crucero del amor’. Del amor a la molicie, a la ‘dolce vita’, como en la película de Fellini. A la rubia togada se le puede dedicar ‘La muy indigna’, que con tanto furor bailábamos en el grill ‘Los recuerdos’, hace una pucha de años.Cuando la vida nos ha dado la oportunidad de observar en la Corte Suprema de Justicia a varones consulares que fueron auténticos magistrados -voz que viene de magister, maestro- como Darío Echandía -el más grande jurista que ha dado el país-; Ricardo Hinestrosa Daza y su hijo Fernando Hinestrosa Forero; Tulio Enrique Tascón; José Joaquín Gómez; Luis Enrique Romero; Ricardo Jordán Jiménez; Absalón Fernández de Soto, queda uno mudo cuando se entera de que en los mismos sillones, en las mismas salas, en los mismos cargos -hoy con sueldos millonarios- están personajes de la dimensión ética de esta señora que hubiese hecho mejor papel quedándose en un juzgado municipal de su natal Santander.Espero que esa circunstancia del lugar de nacimiento no frene la mano -a veces recia, a veces suave- del procurador Ordóñez, para iniciar severa investigación disciplinaria que debe dar por resultado la fulminante destitución de la doctora Díaz.Si no hay ejemplarizante sanción, todos los funcionarios de la rama Judicial -que con tanta facilidad y valentía digna de mejor causa declaran huelga inconstitucional cuando les da la gana- se verán tentados a ‘lagartearse’ uno que otro viajecito, vaya usted a saber con qué patrocinio. La doctora Díaz, si tuviera un ápice de dignidad, de amor propio, de respeto por su investidura, debería renunciar y salir a ejercer su profesión en las barandas judiciales.Pero que no siga en la cumbre de la magistratura. Nos ofende su conducta, impropia de la posición que ocupa, y que busque disculpa mejor a la torpe de justificarla con el cuento de que en alta mar continúa su noble tarea de aplicar la ley para dar a cada cual lo que le corresponde.

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