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Irónica arimética

Los uribistas manejan una aritmética muy particular, una “irónica aritmética” como decía el poeta para denominar sus magros recursos económicos, y con ese criterio juzgan de mezquinas las marchas que le han quitado el sueño al presidente Duque.

18 de diciembre de 2019 Por: Jorge Restrepo Potes

Los uribistas manejan una aritmética muy particular, una “irónica aritmética” como decía el poeta para denominar sus magros recursos económicos, y con ese criterio juzgan de mezquinas las marchas que le han quitado el sueño al presidente Duque.

Arman un silogismo bastante extraño y contrario a todo razonamiento normal. A esas marchas sólo salieron 250.000 personas, dice la ministra del Interior, que soltó unos trinos desafiantes que sólo sirvieron para enardecer a los marchantes. Carlos Holmes es más atrevido y dice que las marchas son un fracaso porque 48 millones de colombianos no salieron a las calles y eso quiere decir que respaldan al Gobierno.

Nieto Loaiza y otros tantos de su secta fanática alegan que esos cuatro gatos en las vías quieren ganar caminando lo que perdieron en las elecciones. Y así, de ese jaez, son las cuentas de los cerebros uribistas, que a ningún contador le cuadran.

Aterricen, señores gobiernistas. La gente que protesta en las calles, cualquiera que sea el número de los marchantes, expresa la inconformidad que siente por las políticas económicas y sociales del actual Gobierno, cuya visión neoliberal le impide tomar correctivos que mejoren las condiciones del pueblo, especialmente a esa clase media que al son de las cacerolas grita su indignación y su repudio.

Da lo mismo 250.000 que 2.500.000. Esa masa encarna la molestia del pueblo colombiano, sumido en la desesperanza, que ve cómo cuando logra salir de la pobreza piensa que puede regresar a ese estado. Y los que allí quedan, intuyen que jamás saldrán de la olla y por eso sacan las cacerolas.

No es cuestión numérica, apreciado Carlos Holmes y respetada ministra Gutiérrez. Es cuestión de angustia; es que los jóvenes universitarios ven el porvenir cerrado; es que los enfermos ven imposible que los servicios de salud los atiendan a tiempo; es que…

Vale la pena que el Gobierno y sus parciales abandonen la “irónica aritmética”, y se concreten en buscar respuestas para los colombianos, los que votaron a Duque y los que votaron a Petro, que no todos son castrochavistas despreciables, ni emisarios de Maduro.

Los colombianos no necesitan muletas ni de Petro, ni de Cuba, ni de Nicolás Maduro. Tampoco beben en las fuentes del Foro de São Paulo y esos muchachos y muchachas no han leído a Marx ni a los apóstoles del materialismo dialéctico. Esos jóvenes -y los mayores que los acompañan- son compatriotas que sueñan con un país mejor, en el que todos quepan.

Iván Duque es después de Alberto Lleras en su primera administración, el presidente más joven que registra la historia patria. Quisiera uno creer que su mente no está influida por las concepciones perversas de su principal mentor. Pero actuaciones suyas nos llevan a creer que al ingresar a las toldas de esa asociación de extrema derecha, hace todo lo posible para convencer al jefe de que es un uribista pura sangre. Ahí está el problema.

El inminente ingreso al Gobierno de Germán Vargas Lleras y sus laderos Rodrigo Lara y Germán Varón -movida que era predecible- le da un respiro al Presidente pues le garantiza una precaria mayoría en las cámaras. Ahí detrás de Vargas entrarán los ahijados de Gaviria, y los de La U. Si no alcanzan los que hay, se crearán tantos ministerios cuantos sean necesarios para calmar los apetitos burocráticos de los que hasta la víspera eran oposición o independientes. Vaya, vaya.

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