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Inmortal

En 1955 El Espectador dio comienzo a la publicación por entregas de...

24 de abril de 2014 Por: Jorge Restrepo Potes

En 1955 El Espectador dio comienzo a la publicación por entregas de una crónica sobre el naufragio de un barco colombiano, del cual había sobrevivido un joven marinero que pasó diez días en el bote salvavidas, sin agua, sin alimento y en medio de un mar Caribe infestado de tiburones.Esa historia de Luis Alejandro Velasco, que a cualquier periodista le hubiese alcanzado para un artículo intrascendente, se convirtió en extraordinaria crónica que apareció durante varias semanas en el diario bogotano, que logró aumentar la circulación pues todo el país estuvo pendiente de la ‘Historia de mi aventura’. Su autor era un costeño a quien yo veía con frecuencia caminando por la Carrera Séptima, flaco, con prendas estrafalarias y con un bigotazo de cantante de música antillana, en una palabra, lo que los capitalinos llamaban despectivamente ‘corroncho’. Como las crónicas salían sin el nombre del autor, pude averiguarlo. Era Gabriel García Márquez, quien también hacía notas de cine. La odisea del marinero apareció años después en libro con el título ‘Relato de un náufrago’.Le perdí la pista a Gabriel García Márquez – soy incapaz de decirle Gabo pues ni fui su amigo ni nunca lo topé de cerca para estrecharle la mano – y supe luego que se había ido a Europa, después a Cuba y por último se residenció en Ciudad de México, en donde en medio de escaseces sin cuenta pudo escribir en dieciocho meses a puerta cerrada ese prodigio de la literatura universal que es Cien años de soledad, que un año después de la primera edición impresa por Sudamericana, adquirí un ejemplar en Buenos Aires en una librería de Calle Corrientes, a la que entré con Ramiro Andrade. De allí en adelante me convertí en un idólatra del compatriota que en 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura, que lo catapultó a la inmortalidad.Mi libro preferido es El amor en los tiempos del cólera, porque no creo que se haya escrito jamás una más bella e intensa novela romántica como esta que narra el amor de Florentino Ariza por Fermina Daza. Ninguna otra alcanza su dimensión. No he leído un final de libro tan conmovedor como la respuesta que da Ariza al capitán del barco cuando le pregunta: “¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo?”, y el envejecido Florentino le contesta: “Toda la vida”.***María Fernanda Cabal no es ciudadana común y corriente. Pertenece a distinguida familia vallecaucana, con prócer propio, el general José María Cabal, héroe de la Independencia. Ha desempeñado importantes posiciones en los sectores público y privado. Luego de su tránsito por la Procuraduría y la Fiscalía, ingresó a la directiva de Fundagan, ente privado con fines sociales, que recibe recursos del Estado y está adscrito a Fedegan, gremio que preside su cónyuge José Félix Lafaurie, precandidato que fue del Centro Democrático.Cuando toda Colombia, y el mundo entero, lamentaban la muerte de García Márquez, esta dama soltó en su Twitter un trino perverso con fotografía en la que aparece nuestro nobel con Fidel Castro: “Pronto estarán juntos en el infierno”.La señora Cabal llega a la Cámara de Representantes como cabeza de lista en Bogotá por el uribismo, sin votos propios. Si alguien quiere saber porqué hay colombianos – yo incluido - preocupados por la posibilidad de que retornen al poder estos personajes, la respuesta la da el graznido de la novel congresista.

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