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El iceberg del CD

No son los 6.402 ‘falsos positivos’, contabilizados por la JEP, cuando miembros del Ejército asesinaron a muchos inocentes haciéndolos pasar por muertos en combate con las guerrillas entre 2003 y 2008.

29 de septiembre de 2021 Por: Jorge Restrepo Potes

El Centro Democrático (CD), que no es un partido político sino una secta fanática de seguidores de un líder a quien consideran tocado por la divinidad, está en cuidados intensivos.

En los días que corren, el CD luce como si los tiempos de esplendor fueran cosa del pasado, y el jefe, envejecido y vacilante, ya no muestra los arrestos que lo hacían aparecer ante su hinchada como ‘el gran colombiano’.

Curioso de las cosas que pasan en nuestro país, me ha dado por analizar cuál fue la causa del desastre que tiene al CD al borde del colapso y a su otoñal patriarca deshojando margaritas pues ante la inminencia de la elección presidencial no tiene candidato que le asegure la continuidad en el Gobierno.

No son los altos funcionarios de la doble administración de Uribe que están purgando -o ya purgaron- condenas por haber transgredido varias normas del Código Penal: Andrés Felipe Arias (17 años); Jorge Noguera (24 años); María del Pilar Hurtado (14 años); Bernardo Moreno, Mauricio Santoyo, Sabas Pretelt y Daniel Palacios (6 años cada uno); César Mauricio Velásquez y Edmundo del Castillo, condenados ambos a 6 años por el Tribunal Superior de Bogotá, acudieron en casación ante la Corte Suprema de Justicia por lo que sus sentencias no han hecho tránsito a cosa juzgada; Luis Carlos Restrepo es prófugo de la justicia.

No son los 6.402 ‘falsos positivos’, contabilizados por la JEP, cuando miembros del Ejército asesinaron a muchos inocentes haciéndolos pasar por muertos en combate con las guerrillas entre 2003 y 2008.

Ni el proceso que se le sigue al benemérito, en el que el fiscal del caso ha actuado como defensor del acusado, y que está en conocimiento de la justicia ordinaria a la que trató de eludir con su renuncia como senador.

Ni el desaguisado de la torpe ministra Karen Abudinen, que dejó esfumar de su ministerio 70 mil millones de pesos y no tuvo la entereza de renunciar a tiempo. Duque la respaldó en un principio y cuando vio el tsunami que se le venia encima, le exigió que se fuera a los amorosos brazos de sus patrocinadores de Barranquilla.

Nada de lo anterior aparece como causa eficiente de la crisis del CD, o mejor del uribismo, que eso es lo que es: la logia del expresidente.

El responsable del cataclismo no es otro que el presidente de la República, Iván Duque Márquez, otro ‘buen muchacho’ a quien puso Uribe de senador y luego de presidente, sin un solo voto propio, pero que al llegar a la Casa de Nariño dejó de ser persona amable para convertirse en un ser arrogante y soberbio -sobrador, que dicen los argentinos- que creyó que los 10 millones de votos que obtuvo eran suyos. Hasta el felón de César Gaviria en reciente entrevista a El Tiempo reconoce que puso a sufragar al gavirismo por ‘el que dijo Uribe’. En esos comicios no hubo ni un sufragio que perteneciera al presentador de televisión, que pretendió tener audiencia cautiva durante un año, el primero de la pandemia.

La agria pelea de los precandidatos del CD; la búsqueda desesperada de Uribe para hallar un personaje que obtenga resultado menos mezquino en la elección de mayo de 2022; el fracaso de este Gobierno, con un índice de aprobación menor del 20% y con una desfavorabilidad aterradora. En medio de ese caos surge Duque como el iceberg que hundió el Titanic.

Uribe no sabe qué hacer con su invento, algo parecido a lo que le pasó al doctor Jeckyll con el señor Hyde.

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