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Yo había tragado el cuento que pusieron a correr algunos economistas e...

21 de agosto de 2014 Por: Jorge Restrepo Potes

Yo había tragado el cuento que pusieron a correr algunos economistas e intelectuales de izquierda, que Estados Unidos estaba próximo al colapso y que su puesto preeminente entre las naciones desarrolladas de la Tierra tocaba a su fin.Todos tenían teorías diferentes. Que la crisis de la burbuja inmobiliaria que quebró a varios grandes colosos financieros, fue el comienzo del desastre. Y de allí surgían las consabidas comparaciones: la caída del Imperio Romano; el hundimiento de los Faraones de Egipto que están momificados en las riberas del Nilo; la derrota de la Alemania Nazi, que sorbió como si fuera deliciosa cerveza bávara a casi toda Europa pues solo escapó de sus garras la indómita Inglaterra, que no pudo invadir y la Unión Soviética, a la que sí invadió pero de la que tuvo que salir, derrotada por el hielo de la estepa rusa.Todos predecían la catástrofe y daban por sentado que si bien ya no es la Rusia de Putin el rival del país de Obama, será China la encargada de destronar a Estados Unidos de la supremacía que ha ejercido desde que finalizó la II Guerra Mundial en 1945, cuando tuvo la inteligencia de reconstruir con sus dólares a todos los países devastados por la conflagración, porque si no hacía eso se le acabarían los mercados europeos y asiáticos.He leído muchos libros que señalan que el dragón asiático dominará el mundo en treinta años y que con su crecimiento económico dejará rezagado a su émulo norteamericano, cuyos títulos de deuda pública están mayoritariamente en manos del Gobierno oriental. Y que China con sus mil cuatrocientos millones de habitantes puede más que EE.UU. con sus trescientos. Sin mayor análisis, uno está por aceptar ese planteamiento y, de pronto, creer que hasta a Colombia le llegará el día en que todos comamos chopsuey con palitos, al desayuno, almuerzo y comida.La penúltima vez que visité a Estados Unidos estaba en lo peor de la crisis que tuvo que afrontar el presidente Obama desde el primer día de su Administración, a la que le ha tocado soportar la feroz oposición del Partido Republicano, que llega a extremos increíbles de sectarismo político. Ahora he vuelto y encontré una nación pujante, en la que se ve el progreso por todas partes, y el dinero fluye pues la economía va en franca recuperación y los negocios registran balances altamente favorables.Fui con un grupo familiar de siete miembros, cuatro adultos y tres nietos. Alquilamos un vehículo en el que cupiéramos todos y tuvimos la osadía de ir de Miami a Nueva York por carretera, con solo dos pernoctadas, una en Fayetteville y otra en Washington. Y al final, La Gran Manzana, que me produjo la misma admiración que me dejó con la boca abierta cuando pisé Times Square a mis trece años. Ese escenario fabuloso con sus gigantescos avisos de luces multicolores demuestra la magnificencia de ese pueblo. Ya no está el aviso de cigarrillos Camel con el hombre arrojando aros de humo de los labios pero están otros igualmente atrayentes.No hay tal derrumbe del imperio norteamericano. Pienso que su fortaleza radica principalmente en el extraordinario avance de su sistema educativo y de la inversión en investigación científica que les permitió, en los últimos años, crear esos prodigios de Google, Twitter y Facebook, para no hablar del legado de Steve Jobs, que los chinos se contentan con usar.Por eso digo que ahí sigue el Tío Sam al frente de la primera potencia del mundo.

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