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A volar, jóvenes

No conozco personalmente al señor Germán Efromovich, principal propietario de las acciones de Avianca que se transan en bolsa.

12 de octubre de 2017 Por: Jorge Restrepo Potes

No conozco personalmente al señor Germán Efromovich, principal propietario de las acciones de Avianca que se transan en bolsa. Lo que sí sé -y lo saben los colombianos- es que hace unos diez años Avianca, la empresa insignia del país, se hallaba en insolvencia e inclusive había acudido a la Ley 11 de Estados Unidos para salir de la quiebra inminente. En ese momento, el Grupo Santo Domingo era el dueño total de la aerolínea que se le había convertido en verdadero dolor de cabeza para el balance del conglomerado. No había a quién venderle el muerto porque la empresa no daba síntomas de repuntar en los estados financieros.

Pero a los Santo Domingo se les apareció la virgen y un caballero, que a estas horas no sé bien si es boliviano o brasileño, resolvió pagarles la bicoca de 68 millones de dólares en que los magnates costeños feriaban la compañía aérea.

Lo que hizo primero el nuevo dueño fue sacar a Avianca de la Ley de quiebra gringa que cursaba en una corte de Nueva York, y se dispuso a cancelar otras acreencias urgentes. Efromovich asumió todas las funciones de Avianca, menos la de volar los aviones, y era de verlo en las frías madrugadas bogotanas en El Dorado ayudando con las maletas de los pasajeros para que el pesaje fuera más expedito, y tomando atenta nota del comportamiento de su gente, especialmente de las despachadoras.

Contrató un presidente excepcional, el exministro pereirano Fabio Villegas -‘Galleta’- que fue verdadera revelación pues jamás imaginé que un político tuviera los arrestos para afrontar semejante reto. Con su jefe formó un equipo espectacular y en poco tiempo Avianca comenzó a reconvertirse en nuestra bandera en los cielos del mundo.

Cuando hoy vemos que Avianca ofrece empleo a más de 22.000 personas, y que su personal del aire -pilotos, copilotos y tripulación de cabina- reciben jugosos honorarios más infinidad de prestaciones extralegales que los sitúa entre los colombianos de más altos ingresos salariales, no se entiende el paro.

Es tan desconcertante la actitud de los promotores del cese que llega uno a pensar si lo que pretenden los pilotos sindicalizados es reventar financieramente la empresa que les permite estar ocupados en lo único que saben hacer: pilotar aeronaves.

Las peticiones propuestas por el intrépido capitán Jaime Hernández -líder de la huelga en su condición de presidente de Acdac- son imposibles de aceptar porque esa aceptación llevaría de nuevo a la quiebra. Sería sano que por un momento los distinguidos caballeros del aire se detuvieran a pensar que si tienen un trabajo bien remunerado es gracias a que laboran en una de las principales aerolíneas que surcan las rutas del mundo, todo ello gracias al tesón de Efromovich, de Villegas, y del actual presidente Hernán Rincón.

El transporte aéreo es un servicio público esencial en el que por norma constitucional no cabe el derecho de huelga, que en esta oportunidad se decretó violando varios requisitos, tal como lo ha demostrado Avianca ante diversos estrados judiciales.

Hay que aplicar todas las medidas legales para sancionar la conducta de los huelguistas que han causado ingentes perjuicios no solo a los usuarios -mi familia tuvo que suspender por la huelga la semana de receso en Santa Marta-, sino también a la economía nacional que depende de ese servicio público esencial, así lo niegue el líder del atropello.

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