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Una enorme hipocresía

A nadie debe sorprender que millones de inmigrantes sin documentos legales trabajen en Estados Unidos. Y no solo eso. Lo han hecho, hasta hace poquito, en al menos dos propiedades del presidente Donald Trump.

10 de febrero de 2019 Por: Jorge Ramos

A nadie debe sorprender que millones de inmigrantes sin documentos legales trabajen en Estados Unidos. Y no solo eso. Lo han hecho, hasta hace poquito, en al menos dos propiedades del presidente Donald Trump.

Alrededor de una docena de indocumentados trabajó en los clubes de golf de Donald Trump en Bedminster, Nueva Jersey, y en el condado de Westchester, Nueva York, según reportaron The New York Times y el Washington Post. Claro, llama la atención que se haya empleado a indocumentados en las propiedades del presidente que llegó a la Casa Blanca criminalizando y atacando a quienes él llama “ilegales”. Pero eso es mucho más frecuente de lo que parece.

No hay ninguna evidencia de que el propio Donald Trump sabía de esto. Sin embargo, dos de los inmigrantes que trabajaron en el campo de golf de Nueva York me dijeron, en una entrevista, que fueron empleados durante años y que nunca tuvieron problemas -hasta que fueron despedidos hace unos días.

¿La empresa sabía que tú estabas indocumentado?, le pregunté al mexicano Gabriel Sedano, quien trabajaba en mantenimiento en la propiedad de Nueva York desde el 2005.

“Yo pienso que sí”, me dijo. “Era una práctica muy común para el club. Por amigos, por conocidos, uno sabía que no pedían tantos papeles como para revisión. Uno solo entregaba los papeles, y era muy fácil entrar. No hacían más preguntas. Yo pienso que no los chequeaban bien”.

Margarita Cruz, de Puebla, México, y empleada de limpieza desde el 2010 en el club de Nueva York, tiene esta explicación de lo que pasó: Yo creo que también, que él (Trump) quiso limpiar antes de que entrara el Estado”, me dijo. “Y yo creo que él lo que quería, o quiere ahorita, está haciendo, limpiando. Para que él, como siempre ha dicho que él no tiene indocumentados trabajando, ahora que realmente chequen los papeles como debe ser, claro que no le van a encontrar nada porque ya sacó a toda la gente”.

Para explicar el despido de los trabajadores, Eric Trump -uno de hijos del presidente que manejan sus propiedades- le dijo al Washington Post que “estamos haciendo un amplio esfuerzo para identificar a los empleados que hayan dado información falsa y fraudulenta para obtener empleo de manera ilegal. Cuando sea identificado, cualquier individuo será despedido inmediatamente”. Y luego, concluyó: “El sistema está roto”.

Lo sorprendente no es que varios indocumentados hayan trabajado en las propiedades de Donald Trump durante años, sino que pretendamos que eso es algo inusual. No lo es. Pasa hasta en las mejores familias. En todos lados hay indocumentados trabajando por nosotros y para nosotros. Y todos nos beneficiamos de su trabajo: Cosechan lo que comemos, construyen las casas y apartamentos donde vivimos, cuidan a nuestros hijos y les dan los empleos que la mayoría de los estadounidenses rechaza.

Es de una enorme hipocresía el criticar a los inmigrantes indocumentados y, al mismo tiempo, beneficiarse de ellos. Sería muy difícil encontrar a algún estadounidense cuya vida no haya sido impactada positivamente por el trabajo de los indocumentados. Ni siquiera el presidente de Estados Unidos se salva.

Estados Unidos, lo han dicho todos, es una nación de inmigrantes. Pero este es un concepto bajo ataque. Hay muchos estadounidenses que están asustados con la revolución demográfica que estamos viviendo -todos seremos parte de una minoría en el 2044- y preferirían que el país dejara de aceptar a tantos inmigrantes (legales e indocumentados) y se convirtiera en una nación de colonos o viejos ciudadanos.

Constantemente escucho injustos ataques a los indocumentados, empezando por Trump. Pero esos despiadados críticos se rehúsan a reconocer que cada vez que van a un restaurante, a un hotel o reciben un servicio, son ayudados por uno o varios indocumentados. Así es la vida en Estados Unidos.

Lo ideal sería legalizar a los 10,7 millones de indocumentados que había en el país en el 2016, según la organización Pew. Pero los tiempos políticos no están para legalizaciones. El modo hoy es solo uno: sobrevivir a Trump.

Mientras tanto, Gabriel y Margarita esperan que no los deporten. “No hemos cometido un delito”, me dijo él. “Somos gente trabajadora. …Hay mucha igual que nosotros”.