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Gordos y otras malas palabras

¿Cómo va la dieta? En México, muy mal. Tengo la edad y...

26 de enero de 2014 Por: Jorge Ramos

¿Cómo va la dieta? En México, muy mal. Tengo la edad y la memoria para recordar una época en que llamar a alguien “gordo” no era ofensivo ni despectivo. Por el contrario, entre mis familiares y amigos en México había muchos y entrañables “gordos” y “gorditos.” Incluso era frecuente escuchar que alguien le llamara “gordita” a su novia y, en lugar de una bofetada, recibiera una sonrisa y un beso. Vengo de un país donde la desnutrición mataba a miles de personas. Ser sumamente flaco significaba, muchas veces, enfermedad y pobreza extrema. Lo mismo ocurría en otros países del mundo. Mucho ha cambiado en los últimos años. Hoy en día llamarle a alguien “gordo” es una ofensa, políticamente incorrecto y demuestra una enorme ignorancia. La obesidad es una enfermedad y, en el caso de México, es una verdadera epidemia. En el último año, México se convirtió en el país con mayor obesidad del mundo, superando incluso a Estados Unidos, Nueva Zelanda, Chile y Australia, según un estudio de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Las cifras son devastadoras. Qué rico se come en México. El problema es que se nota. Mucho. Siete de cada 10 mexicanos adultos son obesos o tienen sobrepeso (de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición del 2012). Las mujeres mexicanas (73%) lo sufren un poco más que los hombres (69,4%). Este es un problema que comienza desde la niñez. La mía estuvo sazonada por papitas, chicharrones, churrumais con chile y limón, y todo tipo de comida chatarra. Me subía a la bicicleta para ir a la tiendita de la colonia y a cambio de las monedas que encontraba en casa me llevaba todo lo que pudiera chupar o masticar. Esa tradición de comer mal y lo que nos engorda continúa. Uno de cada tres niños mexicanos (34,4%) entre 5 y 11 años sufre de obesidad o sobrepeso. Y tener kilos de más también los puede convertir en víctimas del ‘bullying’. Qué hacer es un problema gordo. En mi adolescencia había que caminar media hora cuesta arriba para llegar a la única pizzería de la zona. Pero el Tratado de Libre Comercio, una frontera porosa y publicidad sin conciencia de salud pública sumó las pizzas, las hamburguesas, los hot dogs y los helados a nuestros tacos, enchiladas, tamales, garnachas y raspados. La combinación, servida en restaurantes de comida rápida, fue explosiva. La diabetes, hipertensión y enfermedades del corazón han subido como gas de refresco. De una sociedad rural pasamos botaneando a una urbana y dejamos de movernos. Comidas baratas y altas en grasa, azúcar y sodio nos empezaron a matar. El año pasado, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto lanzó una “estrategia nacional” enfocada a reducir la cintura del país. Incluye más impuestos sobre la comida ‘basura’, incentivos para la elaboración de bocadillos nutritivos y planes para el establecimiento de programas de salud y ejercicio. Pero es como tomar agua tibia. No se atreve a hacer lo que hay que hacer. La campaña contra el tabaco a nivel mundial ha tenido éxito en varias naciones por dos razones: aumentó exageradamente el precio de los cigarros y prohibió su publicidad en casi todos los medios. Hoy fumar no es ‘cool’. Pero no hay voluntad política para hacer lo mismo con las empresas que, con publicidad incesante sobre refrescos, golosinas y comida chatarra, atoran con colesterol las venas mexicanas. La dieta en México no ha comenzado. Enero y febrero pasarán tan rápido como un bolsa de chips en un recreo escolar. Las resoluciones de año nuevo terminarán como tortas ahogadas junto a las inscripciones no usadas de los gimnasios. No es solo cuestión de disciplina. Comer bien -frutas, verduras, orgánico, local y de temporada- es mucho más caro que comer mal. Y bajar de peso requiere mucho más que fuerza de voluntad. Ser un país saludable requiere un cambio en la mente antes que en el estómago. México pasó de ser un país de desnutridos a uno de obesos. En una década se triplicó el porcentaje de personas con sobrepeso. Por eso la palabra “gordo” se convirtió casi en un insulto. No hay nada divertido o cariñoso en la gordura. La violencia del narcotráfico no es la principal amenaza para los mexicanos; decenas de miles mueren prematuramente cada año por diabetes y enfermedades cardíacas. Es lo que se llevan a la boca lo que más está matando a los mexicanos. Sí, hay cosas peores que las malas palabras. Nos estamos muriendo a mordidas.