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“No pierdan la esperanza”

“Que nadie se las robe, que nadie los engañe, no se dejen robar la esperanza”. Palabras pronunciadas por el papa Francisco la noche del 6 de septiembre en las puertas de la nunciatura.

14 de septiembre de 2017 Por: Jorge Humberto Cadavid Pbro

“Que nadie se las robe, que nadie los engañe, no se dejen robar la esperanza”. Palabras pronunciadas por el papa Francisco la noche del 6 de septiembre en las puertas de la nunciatura. “Me mueve el deseo de compartir con mis hermanos colombianos el don de la fe, y la esperanza que palpita en el corazón de todos. Sólo así, con fe y esperanza, se pueden superar las numerosas dificultades del camino y construir un país que sea patria y casa para todos los colombianos”. El 7 de septiembre en la primera hora de la mañana saludando al Presidente, a las autoridades y al cuerpo diplomático como representantes de la sociedad civil, les da las claves para construir patria, palabra muy significativa, es de todos, no de una élite y se logra dentro del lenguaje de la fe y de la esperanza.

“Persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común”. “Andar el camino lleva su tiempo. Es a largo plazo. Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente”. Es un verdadero esfuerzo que debemos hacer para sanar nuestros corazones de las heridas que en más de 50 años se han enquistado en el alma de los colombianos, como aquella negra que en la puerta de la Nunciatura le decía, ante el dolor producido en ella por la violencia, que no era capaz de perdonar, que él le pidiera a Jesús para que le ayudara a cambiar esa actitud en el corazón.

Los colombianos lograremos vencer la tentación del “odio con el amor”, para que la venganza y la búsqueda de intereses particulares y a corto plazo, no malogren la alegría y la esperanza que el pueblo expresó ante el Santo Padre, para que se destierre de nuestro inconsciente colectivo que: “No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, quien rige la convivencia pacífica”.

“Todos somos necesarios para crear y formar la sociedad. Esta no se hace sólo con algunos de pura sangre, sino con todos. Y aquí radica la grandeza y belleza de un país, en que todos tienen cabida y todos son importantes. Les pido por favor, que escuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes. En ellos se aprenden verdaderas lecciones de vida y de humanidad, de dignidad. Porque ellos, que entre cadenas gimen, sí que comprenden las palabras del que murió en la cruz”.

Ahora que ya no está físicamente entre nosotros han quedado en nuestros corazones sus palabras. Que esa sensibilidad de esos días nos haya rejuvenecido el corazón y que así como los jóvenes tienen esa sensibilidad especial para reconocer el sufrimiento de los otros, nos dejemos abofetear por el sufrimiento de nuestros hermanos y nos movilicemos a renovarnos desde nuestro interior, empezando por escuchar sinceramente al que está herido y sufriendo, para acercarnos, de verdad como Jesús y sanar las heridas, sin engaños, con la verdad y en justicia, para que reparando el daño cometido, se adquiera la confianza que nos lleve a una reconciliación verdadera y a un perdón sincero.