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Pipico

Te estoy buscando, Pipico. El sábado te estuve echando ojo por la cancha de Las Ceibas porque el papá de John Jairo, el americano de la Barra de la 85 que se sienta en oriental, me dijo que ahí te vio rebuscándotela en lo de siempre, el salchichón con limón, ¡salchichón-de-gato!, te gritaba en chanza la popular cuando entrabas a la tribuna del Pascual.

6 de agosto de 2017 Por: Jorge E. Rojas

Te estoy buscando, Pipico. El sábado te estuve echando ojo por la cancha de Las Ceibas porque el papá de John Jairo, el americano de la Barra de la 85 que se sienta en oriental, me dijo que ahí te vio rebuscándotela en lo de siempre, el salchichón con limón, ¡salchichón-de-gato!, te gritaba en chanza la popular cuando entrabas a la tribuna del Pascual. “A 200 la rayita, a 500, a 300”. Salchichón tajado a medida del bolsillo para resolvernos el hambre a miles de hinchas, miles de tardes. Miles. Y mirá que hablo de hinchas, no de rojos ni de verdes, porque así como te vi siendo rey de la clientela americana, también te supe amado por los vecinos. En ese tiempo eras el único que entraba con un cuchillo a sur, imagínate, ¡el único! Te acordarás de ese tiempo. La familia yendo a fútbol, los abuelos con sus nietos, parejitas de novios, niños. Yo era un niño. Y vos, vos eras la sandía más querida de ese pueblo: el día que jugaba ‘la mecha’, desfilabas vendiendo con la camiseta del rojo; y me dicen que con la verde en las tardes del Cali. Y por igual te compraban. Era un espectáculo verte tasajear tiras de salchichón que de inmediato desaparecían quitándole ‘el filo’ a la gente.

El viejo Pipe, que de peladito fue bastante a sur, me hizo caer en cuenta que de vos ni más, Pipico, desde que remodelaron el estadio. Me mostró una foto tuya en Facebook: estabas ahí, todo negrura, todo sabrosura, entre el carnaval de occidental en la previa de un partido. Por ahí te fotografiaron así como te cuento, con esa mueca de sabrosura que te tallaba en los 90. Te veías perfecto, conservado flaco-piperpimienta inmortal. Abajo, el pie de foto escribía algo así: ahí donde lo ven, es el hombre que más vueltas olímpicas ha dado en San Fernando. Y claro. Te tocó el pentacampeonato de Ochoa con ‘la mecha’, y ese Cali tan bello que montó ‘El Pecoso’ para acabar con la sequía de 22 años sin títulos en el 96. Te tocaron las épocas más bravas de esta ciudad mientras todo eso sucedía en la cancha, la guerra de los traquetos y las droguerías de La Rebaja estallando a pedido de Escobar. ¿Te acordás de esas noticias en los periódicos? Desde ese tiempo, yo creo, por todo lo que pasaba, vos sos de los que cogieron el vicio de salir diario a buscar la prensa para informarte de las ocurrencias de la vida. Y con esa esperanza te escribo. En serio pana, te estoy buscando.

Vos fuiste testigo de primera fila de todos esos domingo-miércoles-domingo en los que a pesar de la calentura, la gente llenaba el estadio que era una guarida para sus penas. Las paradojas de la vida: la muerte rondaba las calles y uno no sentía que fuera a morir al Pascual. Al menos yo no recuerdo ese miedo. Lo que recuerdo es la fiesta que resultaba todo. Las banderas, los cojines, el mango biche, sandy de mil colores, agua fría en bolsas que siempre juraban fría, paleta de mora, maní que siempre juraban tostado, el grito de la reventa con el eterno ¡lo que sobre, compro lo que sobre! Y el seductor perfume de la incertidumbre saliendo de los fogones donde se asaban chuzos de carne indeterminada, pero a salvo con ese vivaz aliño zapote que la ponía bien rica, siempre y cuando estuviera bien caliente, ingerida en el acto, siempre en casos extremos, y con arepita blanca: el chuzo más peligroso al que nos arriesgábamos ¿Te acordás, Pipico? ¿Te acordás de lo que era ese tiempo? Somos un montón los que quisiéramos recordar las historias que lo componen. Quién mejor que vos para ayudarnos a echar memoria.

Por eso es que te busco. En El País armamos las últimas páginas de los libros contando la vida de nuestros equipos: ‘La pasión de un pueblo’ y ‘Delirio verdiblanco’, que en forma de fascículos coleccionables circulan en semana con el diario Q’hubo. Y así como los divos de cada color aparecerán a página entera, ahí hay un espacio reservado para vos, ídolo. De modo que si llegás a leer esto y tenés chance, dos hinchadas te lo van a agradecer. Con esa esperanza te dejo mi fijo: 6857000 ext. 529. Además te cuento, Pipico: esta semana aparecieron unos fascículos falsificados. Y no vaya a ser que al plagiador, le dé por contar tu historia mal contada.