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El estriptis del alcalde Ospina

En medio de todo esto, ya se cumple una semana del último show de populismo barato que el Alcalde de Cali ha intentado en el afán por remendar su imagen

9 de mayo de 2021 Por: Vicky Perea García

En medio de todo esto, ya se cumple una semana del último show de populismo barato que el Alcalde de Cali ha intentado en el afán por remendar su imagen, manchada y rota como un bluyín que se echó a perder: con el barro hasta el cuello por las nuevas pruebas de corrupción que reveló la Contraloría, y con la ira social ardiendo en las calles que desbordan su comprensión, el otro domingo se hizo grabar quitándose la camisa que uniforma sus días de trabajo, para quedar vestido con otra igual, pero blanca, que según él simbolizaba la transformación que nos salvaría. “Voy a cambiar. Y voy a cambiar con ustedes. ¡¡Y voy a cambiar para que nuestra ciudad recupere las sendas del bienestar y el progreso!!”, gritó en temblor al final del estriptis, que cerró declarando un día cívico y convocando a una movilización que acaso fue un ‘coitus interruptus’, con la ciudad dándole la espalda de nuevo.

Es evidente que para ese momento muchos Ospinalievers ya habían renunciado a la membresía del club luego del descaro de la pasada Feria Virtual, tan grosero que aún antes de las pruebas ya era obvio. Pero resulta que las pruebas ahora son de conocimiento público y el detrimento patrimonial supera los cinco mil doscientos millones de pesos. Además en la memoria fresquita de la gente estaba dando vueltas la postura que tuvo frente al adefesio de la Reforma Tributaria. Porque a través de la Asociación Colombiana de Ciudades Capitales, fue uno de los firmantes de un documento de apoyo para lo que la máquina de eufemismos marca Duque llamó “Acuerdo nacional y territorial para asegurar la financiación de la inversión social y reactivación de las ciudades y el país”. La explicación es simple: si la Reforma Tributaria recogía todo el canasto, a los departamentos y a las ciudades más grandes el Gobierno les iba a transferir obligatoriamente un porcentaje que según la periodista de Caracol, Camila Zuluaga, habría podido llegar a los cuatro billones de pesos en casos particulares. Como el de Cali (¿se imagina la alegría de las cuentas que estaban haciendo en el CAM?).

Otra cosa distinta es que con la ciudad ardiendo en protesta, y su autoridad como alcalde reducida al cargo que se hace estampar en el chaleco que viste de sobretodo, luego haya querido voltear la arepa fingiendo empatía en un rechazo público tardío. Pero quedan pocos creyéndole, me parece. El lunes pasado, cuando se supone que Cali habría tenido que volcarse a las calles en respaldo al mensaje de su camisa nueva, los únicos acompañantes del absurdo fueron los secretarios de gabinete, que cada mes mal contados, ganan trece millones de pesos. Fueron ellos y pocos más. Al otro día obviamente ya el Alcalde no se puso la camisa blanca. Clásico político colombiano: demagogo, contradictorio y faltón. Si Colombia padece a Duque, Cali definitivamente sufre a Ospina.

¿Quién lo habrá aconsejado? Esta coyuntura lo que ha urgido es sentido común. Si su azar era mero populismo, pudo prometer rebaja salarial para él, su gabinete y los concejales. Reversar planes ridículos como la renovación de la Avenida Sexta y anunciar el redireccionamiento de recursos en esta ciudad quebrada. Poner a trabajar los carros del Municipio en complemento con lo que quedó del sistema de transporte. Pudo reciclarse devolviendo plata extraviada. Ser el Alcalde que entendiera que esta es la capital de la resistencia porque es la capital de la desigualdad. Cualquiera de esos anuncios habría sido mucho más populista y efectivo. Incluso posible. Además estaba Nicolás Guerrero, víctima de la matanza que hay afuera. Su primo. Un chico. Cayó en un plantón en Floralia. Y todo el barrio estaba ahí cuando lo mataron. Hay listas de desaparecidos. Y de muertos sin respuesta. Pudo ser un Alcalde que no entregara la ciudad a la Policía de la forma en que lo ha hecho. Uno que no fuera tan mínimo. Al menos eso. Pero el que nos tocó hace estriptis. Ojalá que la escena clasifique en el publirreportaje de la periodista que el general Zapateiro, trajo desde Bogotá. Sonará salsa de fondo. Sin más salida, Cali, seguro, lo seguirá resistiendo.