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El ‘bike-up comedy’ de Terry Hurtado

En medio del apocalipsis sin fin, uno esperaría que quienes ayudan a decidir el destino presupuestal de esta ciudad, permanezcan encerrados tele-pensando en la forma de sacar a Cali de la quiebra.

21 de junio de 2020 Por: Jorge E. Rojas

En medio del apocalipsis sin fin, uno esperaría que quienes ayudan a decidir el destino presupuestal de esta ciudad, permanezcan encerrados tele-pensando en la forma de sacar a Cali de la quiebra. Sin embargo hay concejales a los que por estos días les resulta mejor plan proponer el traslado de un monumento: se llama Terry Hurtado, es animalista,
Partido Verde; un declarado ciclista urbano que hace poco y paradójicamente se estrelló contra un poste del barrio Granada, yendo al volante de una camioneta estilo narco que le asignó la Alcaldía. Ocurrió el pasado 3 de abril, al comienzo de la cuarentena. Su explicación fue simple: perdió el control, dijo. Estaba repartiendo bultos de concentrado entre animales de la calle. También dijo que pagaría los daños (aunque evitó recordar que su sueldo sale de nuestros bolsillos).

Pues no contento con sus primeros aportes a la emergencia social que nos asfixia, al buen Terry le ha parecido que es la hora ideal para remover a Sebastián de Belalcázar del mirador donde dejaron clavada la estatua desde 1937. Lo que traduce un absurdo más grande que su choque contra el poste. ¿Será un problema congénito de cálculo? Porque en otro momento la propuesta habría merecido el elogio. Desmontar el homenaje monárquico al matoncito que desembarcó de este lado del mundo junto al sanguinario Cristóbal Colón, constituiría un símbolo más que justiciero en esta capital de la desigualdad y el racismo. No sería necesario nada más. El vacío como recordatorio. Y quizás una placa con algún acento: “Aquí estuvo parado Sebastián de Belalcázar. Pero aquí ya no rendimos tributo a los genocidas…” Algo así. ¡Bello!

El asunto es el momento. El pésimo momento. Chévere que el concejal se mantenga conectado con las tendencias globales de la indignación. Lo que pasa es que estamos hablando de otra órbita. Si lo que buscaba era un emblema para sincronizar nuestra realidad con el ‘Black Lives Matter’, ahí está el caso de Anderson Arboleda, el muchacho de 19 años nacido en Puerto Tejada, al que la Policía mató a golpes de bolillo por violar la cuarentena el primero de junio. ¿O es que Anderson doesn't matter? ¿Un crimen policial ocurrido a media hora de Cali no cuenta? Salir a exigir explicaciones por el asesinato del chico sí que habría sido una verdadera muestra de valentía política en coherencia con este tiempo que demanda otros liderazgos; pero hacer tele-show por streaming para pedirle cuentas a la estatua de un español rancio que se murió hace cinco siglos, es un fuera de lugar ridículo cuando el presente es este borde del precipicio urgiendo transformaciones.

Y encima un riesgo. Con las tarifas Covid de la Alcaldía, el traslado de la estatua puede salir costosito: mientras que en Medellín se gastaron seis mil pesos movilizando cada mercado distribuido por el Municipio durante la crisis, aquí fueron necesarios veintisiete mil pesos por viaje. Porque en cada viaje había que presupuestar, según dijeron, cargue y descargue, estibas para las bodegas de almacenamiento de los mercados, vigilantes, y la disponibilidad de vehículos por 24 horas. Esto es textual. Así lo explicaron. De modo que suponer el trasteo de ‘Sebas’ es imaginar una mega-obra en la que intervengan varias firmas de ingeniería para los estudios de remoción, luego otras varias compañías constructoras, una interventoría y al menos un bufete de abogados. Saldría caro. Carísimo. Nos alcanzaría para construir otro estadio.

Vista con la perspectiva del aquí y el ahora, además, hoy la estatua nos representa con mucho corazón. Nos meten un presupuesto de veintisiete mil pesos por remesa entregada en épocas de caridad, y todo sigue igual. Se lucran del auxilio para los que sufren hambre, y todo sigue igual. Somos estatuas. Arrodillados. Tenemos lo que merecemos. Los monumentos. Esta clase política. Otro episodio del ‘bike-up comedy’ de Terry Hurtado.