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Hace tres meses, cuando tuve que escribir una nota sobre el resucitado...

25 de noviembre de 2013 Por: Jorge E. Rojas

Hace tres meses, cuando tuve que escribir una nota sobre el resucitado civismo que parecía flotar en las calles luego de los Juegos Mundiales, llamé a Fernando Quijano para hablar justo de eso. Quijano es paisa. Y por eso lo llamé: buscaba en la comparación, la comprensión. Quería que él, que es analista del conflicto urbano en Medellín, me dijera cómo es que allá habían logrado superar a Pablo Escobar y a Don Berna y la guerra en las comunas y los 40.000 peladitos que en 20 años cayeron muertos entre una y otra cosa. Quería que me ayudara a entender cómo lo habían hecho porque, para mí, la historia de la violencia de esa y esta ciudad tienen mucho más en común de lo que a simple vista parece: aquí, los traquetos han sido igual de bárbaros y estúpidos. Aquí, su cultura del atajo también se ha extendido por todos los caminos. Aquí, las casas, las mujeres, los tipos, su ropa, sus carros, las discotecas, los restaurantes, algunos policías, incontables políticos, durante mucho tiempo estuvieron hechos a imagen y semejanza de la mafia. Aquí, los peladitos olvidados por el Gobierno también han caído muertos por miles. Aquí, como no, también hemos tenido alcaldes ladrones. Incluso uno ciego. Aquí, al igual que allá, la gente ha vivido bajo el miedo. Hemos vivido bajo el miedo. Convivimos con el miedo.Aquella vez, Quijano me dijo que en Medellín las cosas no eran como las pintaban. Ni como las publicitan sus gobernantes ni como las describen algunos periodistas que hablan de una ciudad a salvo de su pasado. Por la naturaleza del artículo, en el texto que publiqué el 11 de agosto, apenas consigné una de las varias cosas que él me dijo sobre el temor que tenía de que en Cali se repitiera lo que veía en Medellín y el miedo subterráneo que la sigue gobernando: “Y si el miedo gobierna, la indiferencia reina. Desde el 2007 a la fecha, van más de 7.400 homicidios”.Recuerdo ahora las palabras de Quijano porque tal vez llegó la hora de aprender la lección: ¿Qué sentido tiene seguir escondiendo lo que pasa en Cali? ¿Qué favor le estamos haciendo a la ciudad negando lo que aquí sucede? ¿Quién puede creer que la lucha de las autoridades esté dando resultados cuando, según la Personería, hasta el 10 de noviembre de este año 1.743 personas perdieron la vida en las calles? Para quienes insisten en decir que lo que aquí ocurre es un asunto menor, me remito a la matemática: hasta el 10 de noviembre transcurrieron 314 días. Si esos 1.743 homicidios se reparten en esos días, las cuentas dicen que en Cali, cada 24 horas, fueron asesinadas por lo menos cinco personas. Cinco personas, según las cuentas de estadígrafos y gobiernos, componen una familia. ¿Donde vamos a seguir ocultando las familias enteras que todos los días desaparecen? Para quienes insisten en taparse la nariz, les recuerdo que el olor de los muertos bajo del tapete, tarde o temprano aplasta el perfume floral del ambientador esparcido en el resto de la casa.En el portal las2orillas.co hay, justo ahora, colgada una entrevista de Natalia Orozco con Fernando Quijano. Y allí, varias referencias de eso que él ha visto en su ciudad y que le ha generado tantas enemistades de poderosos a los que no les convienen sus palabras. Cito a continuación algunas de las preguntas y sus respuestas. Cualquier parecido con la realidad caleña, me imagino, será pura coincidencia:- ¿Por qué cree que los gobiernos locales no dicen la verdad? Porque no quieren decir todo, que la gente caiga en la zozobra, en la desesperanza. Pero sobretodo porque aquí el modelo de seguridad esta diseñado para captura y decomiso, no para desmantelar o desestructurar.- ¿Qué consecuencias le ha traído hacer estas investigaciones y denuncias? Que muchos me consideran un enemigo de Medellín, un hombre que no ama esta ciudad... Yo amo mi ciudad, pero no amo esta porquería de urbe. Esta urbe no quiere a sus ciudadanos.- ¿Por qué hacer esta apuesta, ponerse en la mira no solo de unos poderes locales que quieren mostrar solo el Medellín del progreso, sino también de bandas, combos y mafias? Porque todos los días recibo llamadas de personas que le han desmembrados sus hijos, reclutado sus niñas. De personas que le han desaparecido sus familiares... que los han hecho desplazar, que han perdido todo… es imposible no hacer nada frente a eso.