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¿Para dónde vamos?

Tenemos todo para lograr niveles de bienestar material y espiritual superiores, pero falta construir una visión compartida de futuro y coger el camino para llegar allá.

2 de abril de 2017 Por: Gustavo Moreno Montalvo

Colombia tiene muchas cosas buenas: su población es creativa y trabajadora, su ubicación es estratégica, los recursos naturales abundan, su historia de violencia ha enseñado a enfrentar la adversidad. Tenemos todo para lograr niveles de bienestar material y espiritual superiores, pero falta construir una visión compartida de futuro y coger el camino para llegar allá.

Hay motivos legítimos de inconformidad: en gran proporción los políticos no se portan bien, la sociedad está fracturada por la extrema desigualdad y el Estado no logra atenuarla, las perspectivas económicas no dependen de nuestras capacidades sino del precio del petróleo, la educación pública es muy deficiente en manos de la eterna relación enfermiza entre el Ministerio de Educación Nacional y Fecode. Las instituciones públicas son muy deficientes, pero no basta expresar inconformidad. Se requieren propuestas concretas.

El plan de acción debe suponer petróleo barato y, por ende, no debe contar con las platas de la bonanza que aumentaron los ingresos corrientes de la Nación en 50 por ciento entre 2010 y 2014. En consecuencia, es preciso enderezar lo público sin generar fracturas innecesarias, y evitar la pérdida de cosas buenas, que hoy se desaprovechan. Hay que volverlo eficiente: si uno de los retos es la desigualdad, es inaceptable que la distribución del ingreso no mejore como consecuencia de la gestión estatal, circunstancia insólita que se debe enderezar, pero no a costa del aparato privado para la producción de bienes y servicios, sino mediante procesos públicos efectivos.

Es necesario hacer responsables a los políticos profesionales por la administración pública, sin entregarles las llaves del reino. El camino es escoger una asamblea representativa, con partidos de verdad, responsable de la tarea legisladora y de la supervisión de la gestión, y que esa asamblea nombre una junta directiva para la administración. Los políticos profesionales del orden nacional deben participar en la junta, pero debe haber mayoría independiente. La junta, a su vez, escogería un primer ministro, que nombraría su equipo. La junta estudiaría las propuestas que formule el gabinete para lo administrativo y las iniciativas para modificar las leyes, y evaluaría el desempeño de los administradores. Rendiría cuentas formales anuales a la asamblea, y presentaría informes de avance mensuales a la asamblea y a toda la comunidad nacional. Además postularía a los candidatos a una corte constitucional independiente, vitalicia y profesional, y se articularía con las instancias apropiadas para la asignación de recursos con respeto por la autonomía regional y el aseguramiento del cumplimiento de las normas. ¿Algo más?