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Las cadenas del Presidente

Todo presidente llega al cargo con ilusiones, pero muy pronto descubre sus...

8 de julio de 2013 Por: Gustavo Moreno Montalvo

Todo presidente llega al cargo con ilusiones, pero muy pronto descubre sus ataduras, que impiden en la práctica cumplir con las promesas de campaña. La primera limitación son los compromisos asumidos por quienes lo precedieron; la discrecionalidad inicial es muy limitada. La segunda es la ausencia de verdaderos partidos políticos, con capacidad para apoyar la financiación de las campañas de los legisladores y con programas que respondan a pensamiento serio; cada legislador hace lo que le parece y consigue como puede los recursos para la próxima campaña. La tercera es la restricción para conformar los cuadros directivos de ministerios, departamentos administrativos, establecimientos públicos y agencias; debe someterse a procedimientos establecidos por la Comisión del Servicio Civil, entidad autónoma. La cuarta es el terror ante el riesgo de error, pues los órganos de control imputan responsabilidad personal y patrimonial al servidor público por sus decisiones, y si se presentan desenlaces no anticipados le pueden iniciar procesos en Contraloría, Procuraduría o ambos, como si fuera un delincuente. La quinta es la falta de independencia, pues el país no es suficientemente autónomo para pronunciarse de manera efectiva en el ámbito internacional; debemos cargar con los costos de la guerra del narcotráfico, causada por la prohibición del consumo en los países desarrollados. La sexta es la falta de políticas de estado; la carencia de estabilidad normativa y de programas invita a la improvisación y obliga a practicar el populismo.El sistema político colombiano es presidencial. Quienes legislan no tienen responsabilidad por las actuaciones gubernamentales. Sin embargo, no dejan de interferir, en procura de espacios para contratos o empleos para sus vinculados y amigos. Así comienza la degradación del gasto público: no se hacen bien las cosas, y no se logran los resultados deseados. Solo si los dineros gubernamentales se usan bien se logrará resolver los graves problemas sociales que obstruyen el camino y se podrán atender de manera adecuada las limitaciones de infraestructura que erosionan la competitividad del aparato productivo nacional.Nuestro sistema político, cocinado en una asamblea donde se negociaron como en bazar los procesos públicos y la formación de los poderes, es un evidente adefesio. Pretender, como quieren las Farc, que eso mejore con otra asamblea similar, es iluso. En 1991 se enunciaron los principios del estado social de derecho, pero se diseñó un estado clientelista y politiquero a ultranza. Reconocer la inutilidad de nuestro aparato público frente a los desafíos de la sociedad globalizada sería un primer paso, que podría derivar en encomendar a un grupo de sabios el desarrollo de esos sanos principios para construir un estado que los atienda en forma eficaz, e impulsar la aprobación popular. No saldremos de la pobreza mientras nuestras instituciones públicas, hechas para promover la corrupción, sigan siendo el mayor obstáculo. ¿Habrá interés en estos temas en el palacio de Nariño?