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Desde Bogotá se gobierna a Colombia. Allá se sabe qué conviene a cada región y se tiene el criterio necesario para repartir los recursos del Gobierno central en todo el territorio nacional.

8 de septiembre de 2017 Por: Gustavo Moreno Montalvo

Desde Bogotá se gobierna a Colombia. Allá se sabe qué conviene a cada región y se tiene el criterio necesario para repartir los recursos del Gobierno central en todo el territorio nacional. Este sesgo ideológico centralista tiene implicaciones fatales en materia educativa, asunto que determina el futuro de cada comunidad.

Se dice que el futuro de la humanidad está en la educación. El desempeño de Colombia en las Pruebas Pisa, auspiciadas por la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (Ocde), es lánguido. Hay que actuar. Urge retomar el timón y cultivar la autonomía regional. Cada conjunto humano debe construir la vida en su territorio, para lo cual algunos elementos del plan educativo formal deben girar alrededor de la respectiva visión colectiva.

No se trata de imponer la anarquía, sino de asegurar pertinencia y mejorar calidad. La relación patológica entre el Ministerio de Educación y la Federación Colombiana de Educadores debe dar paso a la relación activa entre los padres de familia, los administradores de las instituciones y sus docentes. Al fin y al cabo, la educación pública debe involucrar a toda la comunidad, pues el proceso formativo comienza con el nacimiento y termina con la muerte.

Además, el acceso universal a la educación de calidad es la herramienta más efectiva contra la desigualdad, asunto en el cual las comparaciones internacionales nos califican muy mal. La remuneración del docente no debe ser resultado de una negociación central, pues la situación de cada comunidad es diferente. Además debe evaluarse en forma periódica la capacidad de los educadores para lograr buenos resultados, separar del servicio a quienes no logren aprobación y reconocer su papel a quienes sí son idóneos para la más importante de las tareas.

La jornada ampliada, que siempre debió ser la norma, no se debe abordar mediante la construcción de grandes ciudadelas escolares: no hay economías de escala en educación básica y media por encima de poco más de un millar de educandos; por el contrario, las grandes concentraciones impulsan el surgimiento de ámbitos poco propicios a la formación de juventudes sanas. En contraste, se debe buscar que el tiempo para desplazamiento a las aulas desde la vivienda sea el menor posible. Como se requieren enfoques diferentes para los procesos educativos según el educando sea más intuitivo o más analítico, debe haber opciones y mecanismos apropiados para conciliar perfil de educandos y distancia.

La educación básica debe involucrar el cultivo del cuerpo, que requiere atención para ser sostenible, y el conocimiento de la ciudad región, su historia y sus perspectivas para poder actuar como miembro comprometido. Además debe incorporar el desarrollo de destrezas para las cuentas básicas de la vida cotidiana, asunto que a todos atañe. Debe incluir la opción de formación técnica en los últimos años, y así facilitar la atención a las necesidades de tecnólogos para la economía regional.

Bogotá nos gobierna. El resultado no es satisfactorio. No se trata de establecer un sistema federal, sino de impulsar la autonomía necesaria para comprometer a las poblaciones en la construcción de sus vidas. ¿Será pedir demasiado?