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Criticar no es solución

Criticar no es solución, pero nuestra falta de cultura ciudadana nos lleva...

21 de septiembre de 2015 Por: Gustavo Moreno Montalvo

Criticar no es solución, pero nuestra falta de cultura ciudadana nos lleva con excesiva frecuencia a pensar que echarle la culpa al presidente actual o al que lo precedió es cumplir con el papel que nos corresponde en la precaria democracia que habitamos. Tampoco basta votar, pues las elecciones son el reflejo de lo que hemos construido. Para abordar los problemas es preciso reconocer las verdades. Padecemos problemas de corrupción, presentes en todo el mundo en distintos grados, pero en nuestro caso en grado extremo. Tenemos una justicia inoperante, sin tecnología, que se ciñe todavía a criterios de funcionamiento apropiados para el país del siglo diecinueve, de escasa población y altísimo analfabetismo, sin beneficio verdadero de los recursos tecnológicos de los últimos cincuenta años.No conocemos la seguridad, porque aceptamos la corrupción y el desorden en la policía; es más: no nos produjo indignación que las fuerzas del orden se retiraran de las cabeceras municipales cuando la guerrilla les destruía la sede, hasta el punto de que más de un tercio de los municipios llegaron a estar en poder de la guerrilla; hoy son todavía más de doscientos. Nuestro legislador se forma de manera absurda, que asegura el imperio de los mediocres y de los dementes capaces de hacer clientelismo a expensas del interés general veinticuatro horas al día, siete días a la semana; eso nos parece normal. Tenemos un sistema político típico del tercer mundo. Además somos un país con extremos de expresividad: somos agresivos, pero también nos dejamos mover por sentimientos con empaque de humanidad cuando deberíamos apostar a los dictados de la razón.Se acabaron las mieles del petróleo. Nos toca construir otro camino. El asunto nos involucra a todos. La pregunta por cuánto tiempo durará el estancamiento que ahora comienza solo tiene una respuesta: depende de lo que hagamos. Construir un país adecuado a los retos del Siglo XXI no es fácil, pero es menos doloroso que seguir como vamos. Debemos pensar en construir mejores instituciones públicas y privadas y, más allá, en reeducarnos para vivir con más serenidad y menos egoísmo. Debemos aceptar que la vida nos asigna papeles, y que en general podríamos hacer más con los mismos recursos, sin más esfuerzo pero sí con más método, y más sentido de compromiso con resultados de largo plazo. Es un asunto de actitudes. Aceptar el reto de sobrevivir que enfrenta la humanidad, y reconocer que el desarrollo de cada región debe construirse desde sus entrañas y no desde Bogotá, nos llevará a revisar hasta lo más íntimo de nuestro ser. Tenemos que participar en la discusión sobre el país que queremos y cómo construirlo. Ante todo, debemos estudiar más antes de hablar; el papel del gobernante en este nuevo mundo es el de líder pedagógico. El sendero está lleno de espinas, pero no reconocer la realidad será más doloroso. ¿Seremos capaces de asumir el reto?