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Cali lleva dos años con un buen gobierno. Volvió a haber autoridad...

1 de marzo de 2014 Por: Gustavo Moreno Montalvo

Cali lleva dos años con un buen gobierno. Volvió a haber autoridad con interés en los procesos y estructura de la Administración Municipal. Se siembran las semillas para un futuro mejor. Sin embargo, no hay perfección en el planeta. Por eso es obligatorio formular sugerencias. Hoy hay tres sobre la mesa. La primera es traducir la estrategia de desarrollo regional del G11, grupo de once municipios, que Cali lidera, en exigencia directa a la Nación: esa estrategia debe ser la fuente de criterio para definir el uso de los recursos que les corresponden. La segunda es establecer una autoridad única de transporte, foro en el cual convergerían las Secretarías de Hacienda, Transporte y Movilidad, Infraestructura y Planeación Municipal, el presidente de Metrocali y el gerente de las Empresas Municipales para definir todo lo relacionado con la ciudad. La tercera es premiar o castigar el desempeño con base en indicadores objetivos. Ninguna de las tres es original. La primera tiene relación con la filosofía política: el Alcalde elegido por el voto popular tiene la iniciativa en formular el plan de desarrollo del Municipio. No tienen sentido los cupos indicativos para asignar a los congresistas la definición de criterios para asignar recursos. Ellos tienen la tarea de hacer las leyes, no la de administrar, pues Colombia no tiene régimen parlamentario; su mediocre y farragosa Constitución establece la separación de poderes. Esta situación se puede cambiar y sería conveniente, pero en ese caso los congresistas asumirían la responsabilidad por la gestión del gobierno. La segunda es práctica universal en los países desarrollados. Se reconoce que el transporte funciona bien si hay coordinación racional de toda la cadena del servicio, que incluye la administración de transporte de pasajeros interubano y masivo urbano, la operación portuaria y aeroportuaria, y la provisión de infraestructura. Para convertir a Cali en una ciudad amable y con oportunidades para todos hay que visualizarla como un conjunto de procesos simultáneos y articulados que necesitan arreglo para operar con eficiencia. La tercera es natural: si un funcionario tiene malos indicadores sostenidos, como es el caso del Secretario de Gobierno, debe cambiarse. Esta aseveración no desconoce los méritos y virtudes del funcionario; solo apunta a una práctica gerencial sana.La ciudad enfrenta retos inmensos: recuperar y redensificar el centro, poner en práctica la estrategia de desarrollo regional sin dejarse inhibir por las sensibilidades de la administración departamental ni por las aspiraciones politiqueras de algunos concejales, construir de nuevo la organización municipal, desdibujada por las actuaciones de administraciones inadecuadas sucesivas, e impulsar conductas congruentes con una cultura ciudadana apropiada. Para lograr los objetivos hay que ceñirse a las normas básicas de gestión. ¿Por qué no redondear la faena, señor Alcalde?