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...para Congreso y Presidencia, y no está claro para dónde va el...

4 de enero de 2014 Por: Gustavo Moreno Montalvo

...para Congreso y Presidencia, y no está claro para dónde va el país. La estrategia de desarrollo con base en el aprovechamiento de petróleo y carbón genera buenos indicadores en el corto plazo, pero la calidad del gasto público no es la mejor, en primer lugar porque las instituciones públicas así lo incentivan. Aunque suena raro, los procesos para formación de Congreso y altas cortes, los sistemas disciplinarios absurdos, que desestimulan el servicio público de los más idóneos, la falta de verdaderos partidos y la distancia entre quienes deciden en Bogotá y la provincia, promueven la corrupción y nos alejan de los objetivos de paz, alegría y prosperidad. El Presidente tiene la ventaja de poder conseguir el apoyo con el gasto público, así no traiga beneficios de largo plazo. Sus opositores no están convencidos de que la situación es grave porque los indicadores ocultan el debilitamiento del aparato productivo, y porque la laxitud impera. Preocupan la contracción de la industria, víctima de la tasa de cambio, los elevados costos de energía y transporte, y la fragilidad de los procesos educativos que no auguran perspectivas buenas para el trabajo. Aún así, la problemática económica es quizá menos crítica que la institucional. Hemos desperdiciado la oportunidad de dar un gran salto adelante con los recursos de la minería y el petróleo porque la distribución de los poderes públicos no es adecuada, y porque enfrentamos una carga insoportable por la prohibición al consumo de narcóticos en los países ricos, que resulta en precios elevados y ganancias elevadas para quienes participan en la cadena de valor de los estupefacientes. La presencia del narcotráfico, en particular en zonas muy pobres como Buenaventura y la costa pacífica, y en regiones donde está entronizado desde hace años, como el norte del Valle, hace muy difícil, en ausencia de oportunidades de empleo, el desarrollo armónico de la sociedad. No hay verdaderas opciones. Ningún candidato propone cambios en los procesos públicos. Todos aceptan el statu quo, le apuestan sólo a pequeños ajustes, y subestiman la dificultad que causa la facultad arbitraria de los órganos de control.La falta de verdaderos partidos y el mal diseño de las circunscripciones hacen que la elección de legisladores no ofrezca posibilidad de renovación. No hay motivo de ilusiones, pues no hay propósitos coherentes de largo plazo. La tecnocracia seguirá tomando desde Bogotá las decisiones que afectan la provincia, y todo cambiará para seguir igual. ¿Es eso lo que queremos?