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Uno, dos y tres

Por haber contado su versión, al arquitecto Vélez le llueve piedra. No quería hacerlo. Fue Gustavo Petro el que lo sacó a la pista de baile.

9 de diciembre de 2018 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Uno: verdaderas falsas noticias. No es una redundancia. Vale decir que no todas las fake news lo son. Usamos los términos con enorme ligereza. De la misma manera en que terminamos teniendo hasta teléfonos ‘clonados’, cuando usurpar un número de una línea está a años luz del concepto real de clonar (conseguir de manera asexual copias idénticas de un organismo).

En las fake news no clasifica el trino de Marta Lucía Ramírez dando por muerto desde el jueves al expresidente Belisario Betancur. Y no es así, porque las fake news, al menos en su origen, presuponen la existencia de cierta intención dolosa.

Lejos de la vicepresidenta ese móvil, o de los medios que se ampararon en el trino de quien ostenta el segundo cargo del gobierno. Mala fe es una dupla de palabras que no comparte senda con el error.

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Dos: habló Simón.
Por haber contado su versión, al arquitecto Vélez le llueve piedra. No quería hacerlo. Fue Gustavo Petro el que lo sacó a la pista de baile cuando dijo, sin previa consulta o verificación, que los fajos de billetes que en el petrovideo saltan de una mesa a la bolsa, los había prestado Vélez.

Como no le interesa nada diferente a aquello para lo que es talentoso (construir y no destruir), expidió un comunicado sencillo y directo. No funcionó. La gente quería saber más. Dio una entrevista para aclarar que nunca le hizo llegar ese dinero a Petro, ni como préstamo ni como intermediario.

De paso, contó que ya no le gusta Petro, que le aterra su manera de concebir el Estado, que le decepciona como trata a los amigos y que el video refleja algo oscuro, maluco. Su voz no es palabra de Dios. Se trata apenas de un elemento más en la construcción de criterios personales que cada quien debe animar con la idea de saber por quién votar. O por quién no.

El periodista hace las preguntas; no las respuestas. Los analistas de medios desde sus mesas, centradas o desbalanceadas, pontifican. Y en esa tarea suelen calificar como ajenos sesgos que no ven cuando pasan frente a un espejo. Graciosos generales de escritorio que, con sus interpretaciones, resultan vencedores de las guerras que otros se atrevieron a librar.

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Tres: alcalde desenchufado.
Extraño mundo el de Enrique Peñalosa, que desprecia vehículos de servicio público eléctrico, cuando en otras latitudes funcionan. Son bienvenidos los medios de transporte de similares características en Cali y también en Medellín (‘capital de la montaña’), pero no parecen servirle a un alcalde que gobierna en las planicies de Bogotá.

Locomotoras eléctricas, taxis eléctricos, carros particulares eléctricos, barcos eléctricos y, a la vuelta de la esquina, vendrán aviones eléctricos. Y repítase la misma historia con el gas y la energía solar. Pero ninguno acorde con el canon peñalosístico. Tal vez algo de cariño le cogería a estas energías lejanas de la contaminación si alguien le recordara cómo se llama el diésel cuando se obtiene de la destilación del petróleo: petrodiésel.

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Ultimátum I.
Recuerda el periodista Cristóbal Vásquez que Luis Almagro se postula ahora para un nuevo periodo como secretario general de la OEA, después de haber propuesto reformar la carta del organismo para evitar la reelección. ¡Y de criticar a Nicolás Maduro y a Evo Morales por atornillarse en sus cargos!

Ultimátum II. Usted es libre de tener su dinero en el banco que quiera. O de no llevarlo a una corporación. Pero no termine haciéndoles campaña con sus ahorros a los aspirantes a cargos de elección popular urgidos de reflectores.

Sigue en Twitter @gusgomez1701