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La política colombiana parece obra de Paracelso, el célebre alquimista suizo que dizque transformó el plomo en oro. O de Midas. Pero al revés: todo lo que tenga algún valor, nuestra política lo convierte en excremento. Y lo que un político criollo toca, termina hediendo.

9 de septiembre de 2018 Por: Gustavo Gómez Córdoba

La política colombiana parece obra de Paracelso, el célebre alquimista suizo que dizque transformó el plomo en oro. O de Midas. Pero al revés: todo lo que tenga algún valor, nuestra política lo convierte en excremento. Y lo que un político criollo toca, termina hediendo.

El Estatuto de la Oposición, que reglamenta la manera en que aquella se hará, con las garantías y herramientas del caso, también permite que los partidos se declaren independientes. Un saludo a la bandera. Para la toma de las decisiones claves en el Congreso, los independientes serán determinantes. Sus miembros lo tienen muy claro, y extenderán la mano.

La independencia de icopor, sumada a las fuertes divisiones de todas las organizaciones políticas, se traducirá en que las grandes reformas (tributaria, política, justicia) van a tener que aprobarse en una lucha muy dura, artículo por artículo, conformando una y otra vez mayorías para poder avanzar.

Vendrá la ‘mermelada’. Corrijo: vendrá más ‘mermelada’, porque aunque el gobierno insista en que no, ya hay varios cuchillos metidos en el frasco y exigencias de no remover de sus cargos a fichas claves de ciertas colectividades. Pero Palacio ha fallado en hacer la tarea de generar una dinámica favorable a sus grandes iniciativas en el Congreso.

La influyente Comisión primera del Senado, encargada del trámite de reformas constitucionales, leyes estatutarias, reglamento de los organismos de control, contratación administrativa y políticas de paz, no parece ser un escenario de especial fortaleza para el gobierno. ¿Se ha sentido la fuerza que debería tener la Secretaría General de Presidencia? ¿Jorge Mario Eastman está en realidad contento con un cargo en el que hay que pararse en la raya frente a los congresistas de todos los pelambres?

En campaña, el candidato Iván Duque habló de un Pacto por Colombia que básicamente consistía en llegar a una serie de acuerdos fundamentales con todos los sectores (inevitable pensar en Álvaro Gómez Hurtado), para no perder tiempo en discusiones infértiles y remar juntos hacia la prosperidad (inevitable pensar en Juan Manuel Santos). Los pactos que debieron tejerse y cristalizarse entre la segunda vuelta y la posesión presidencial quedaron flotando en el purgatorio.

Se siente cierta debilidad (¿desinterés?), sobre todo en lo que toca a los pactos de carácter social, que serán punta de lanza de la actividad política de la oposición. Eso por no decir que en países y organismos ajenos a nuestra ligereza tropical se tiene la sensación de que las Fuerzas Armadas se durmieron en la persecución y captura de quienes asesinan a los líderes sociales. Lectura que tiene buen asidero en la realidad que se vive en las regiones (donde el Presidente es generoso en visitas que tal vez deberían limitarse mientras se pone orden en Casa de Nariño y en el Congreso).

La gente espera del Presidente que tenga un liderazgo sólido, y a pesar de éxitos como el de la Cumbre Anticorrupción, el gran protagonismo hasta hoy lo ha tenido más la Consulta que las decisiones del Ejecutivo.
Hay vacíos alrededor del Presidente. Y no se ven muchos ‘pesos pesados’ rodeando a un Iván Duque que a veces pareciera experimentar el tipo de soledad que solo sienten los presidentes cuando se acerca el final de su mandato. Y solo ha pasado un mes desde que Ernesto Macías inaugurara la fiesta con viejas partituras.

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Ultimátum.
Hay gente que prueba la política y siente ganas de devolverse al monte.

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