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Titánico

Qué soberbios y suficientes nos resultan los magistrados de las altas cortes....

5 de junio de 2016 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Qué soberbios y suficientes nos resultan los magistrados de las altas cortes. Sus privilegios son intocables y saben blindarse con decisiones que amañan para no perder fuerza. Toda reforma que se intenta para limitar esa gula que les genera pesos inadmisibles en la balanza de los poderes, se hunde. Es el gobierno de los jueces, dicen en el Congreso, donde buscan caminos para un efectivo tatequieto. A la justicia, pregonan, hay que devolverla al astillero para repotenciarla.El gobierno, tan opuesto a la figura de la constituyente, ambienta hoy con declaraciones ambiguas la posibilidad de una, pero hecha con sastre a la medida de una reorganización del aparato judicial. Oficialmente, en Palacio dicen que no, pero tiran directo a la galería unos cuantos voladores con pinta de sí.El solo concepto de una constituyente parcelada es como pensar en una bomba atómica de precisión quirúrgica: solo existe en la mente de optimistas o majaderos. Eva y Pandora nos enseñaron que un mordisco a la fruta, una sola mirada al fondo de la caja, bastan para que no funcionen las talanqueras y todo se salga de madre.También lo saben los negociadores de las Farc, partidarios de una constituyente que los casinuevos ciudadanos entienden a manera de garante de su único deseo: moler al Estado de Derecho y amasar con las sobras un remedo de esa Cuba que naufraga en el Caribe.De raro nada tiene, pues el proceso de paz ha ido revelándonos una situación exótica: efectivos legisladores han resultado quienes tenían por norte dinamitar la ley. Hoy, libres de obstáculos y con el aplauso del primer magistrado de la Nación (¡y volvemos a los magistrados!), le tuercen el cuello a la Constitución y privan de aire al libro que es el aire de todos.El procurador Ordóñez sostiene que ese cuello crujirá pronto y que el acto legislativo para la paz, que otorga rango constitucional a lo firmado en Cuba, se traducirá en que no sean necesarias ya las aprobaciones ciudadanas en urnas. ¡Para qué volver a llevar lo cocinado al horno! En carta a los congresistas, el procurador lo dice sin ambages: el acto legislativo le granjeó “poder constituyente ilimitado a la mesa de conversaciones de La Habana para cambiar la Constitución”.Construir la paz violando la Constitución equivale a calmar la sed del náufrago con agua de mar. Osuna, sabio de la tribu de los trazos, se lo planteó a Libardo Cardona hace unos días: “(Santos) dijo que no se iban a dar reformas constitucionales y no ha sido así. (…) Lo que está pasando hoy es muy peligroso”.Y lo que viene: un tribunal omnímodo, gran inquisidor del posconflicto, con magistrados (esos sí desbordados) que se encargarán de crucificar a quienes han construido y defendido al Estado, a la República y al sistema democrático. Trilogía que repugna a quienes solo creen en la Ley del Monte. Crucifixión de los justos y laureles para la delincuencia jubilada es lo que flota adelante.Y no se trata de la preocupación exagerada de que estamos a un paso de ser otra Venezuela. No. Este otro iceberg no está tan lejos y nuestro barco navega directo a él. Mientras, todo el mundo cena, bebe, canta y baila en la cubierta de primera clase, sin saber que no hay suficientes botes salvavidas colgando de los pescantes. Ni para ricos ni para pobres.***Ultimátum. El gobierno hace un esfuerzo titánico por la paz. Titánico en inglés se dice como el barco: Titanic.Sigue en Twitter @gusgomez1701