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Gloria Álvarez tiene unos ojos enormes. Felinos, profundos. Más de quince millones...

29 de mayo de 2016 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Gloria Álvarez tiene unos ojos enormes. Felinos, profundos. Más de quince millones de personas los han visto en un video (Populismo vs. República) donde, en términos sencillos, desarrolla una de sus tesis: “El populismo busca desmantelar a las instituciones, para luego reescribir constituciones y acomodarlas a los antojos de los líderes corruptos que tenemos en Latinoamérica”.Ahora, con Axel Kaiser, publica ‘El engaño populista’, libro que busca explicar por qué se arruinan nuestros países (y cómo rescatarlos). La portada presenta una pirámide con las fotos de Kirchner, Morales, Bachelet, Correa, Chávez, Petro y Castro. La edición española reemplaza al exalcalde por Pablo Iglesias y quizás más adelante veamos ediciones nacionales con Petro desplazado por Ortega, Maduro o cualquiera de los muchos profetas políticos de balso que se pasean por sus páginas. Si me permiten, me arriesgo a un ligero abreboca del libro, parafraseando a los autores:El caudillo populista siempre responsabiliza a terceros de los problemas y en esos otros delega las soluciones que él no tiene. Cualquier balcón le sirve para endosar culpas y para recalcar que el gobierno debe satisfacer toda necesidad que pueda uno imaginar.El populista se mueve en los terrenos del odio, reeditando una consigna del Che Guevara: “Un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal”. En uso de ese surtidor de malquerencias, el populista desprecia las libertades individuales (sobre todo la de expresión), pues le hacen contrapeso a su desproporcionado concepto de Estado.De ahí que el maltrecho socialismo del Siglo XXI tenga tantos puntos en común con los credos de Mussolini y Hitler. Nuestros egocéntricos líderes armaron su propuesta socialista con elementos del fascismo y del nazismo, que a su vez bebieron del comunismo. Stalin, Hitler, Mussolini, Chávez, Perón, Castro y Morales han transitado el mesianismo redentor y las ideas de volver a crear el Estado alrededor de sus egos, con el apoyo de un único partido, el de ellos. Han reclamado, además, el enamoramiento del pueblo para perpetuarse en el poder, amparados por un aparato militar que garantice esa perpetuidad.De la mano de personajes de este calado, los ciudadanos se acostumbran a verse como víctimas del más rico, o del gringo, o del representante del otro extremo ideológico, o del que sea, porque solo si la gente se siente víctima clamará por un salvador. Se alimenta la idea de que “la riqueza de los ricos es la causa de la pobreza de los pobres y que, por tanto, debe destruirse a unos para reparar la injusticia cometida sobre los otros”. Quien tiene siempre es un explotador; quién genera capital y empleo, un expoliador. Excepto el caudillo y su corte, que son los únicos que gozan del privilegio de tener sin deber.El Estado del populista es el único que provee. La libertad económica debe anularse, porque quien goza del fruto de su trabajo no necesita someterse a ese ente todopoderoso. Ese Estado crea burocracias enormes, dispara el gasto público, desfonda la deuda, disimula la corrupción oficial, espanta la inversión privada, deteriora el derecho de propiedad, privilegia a las nuevas elites y asfixia los capitales. Venezuela lo comprobó y algunos quieren para Colombia semejante situación. ¿Improbable? Seguro mató a confiado, pues, como dice Carlos Rodríguez Braun, nadie está vacunado contra el populismo.***Ultimátum. Que la paz no la haga un gobierno con la guerrilla; que la haga un país.Sigue en Twitter @gusgomez1701