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La gente está harta del Establecimiento (con mayúscula), aunque no sepa bien...

13 de noviembre de 2016 Por: Gustavo Gómez Córdoba

La gente está harta del Establecimiento (con mayúscula), aunque no sepa bien qué es. No lo define acertadamente ni el Diccionario de la Lengua Española, que fracasa en plasmar la existencia del ‘monstruo’ en todas las acepciones de la palabra. Fácil es definir el establecimiento (con minúscula), al menos en términos de lucro, aunque en la cabeza de la gente ambos conceptos se funden. Que los partidos políticos son una razón social para hacer negocios. Que la Iglesia maneja la fe con criterios rebosantes de interés. Que las altas cortes son una compraventa de decisiones. Que en las Fuerzas Armadas hay oficiales enriqueciéndose con las contrataciones. Que el empresariado y la banca solo saben engullir para satisfacer apetitos propios. Que los medios se mueven según la batuta de sus dueños, cómodamente apoltronados en el poder. Que toda manifestación legislativa es un disimulado ejercicio mercantil. Eso es lo que creen los colombianos. Razón tendrán.Lo gritan desde las redes sociales, lo comentan en los corredores de las oficinas, lo comparten con sus familias a la hora de la comida. Y esa desconfianza en el Establecimiento está generando aquí, y en el mundo, un sentimiento de enorme peligrosidad, que tiene su más sentida manifestación en las urnas: los ciudadanos están votando por quien se les presente como capaz de poner en cintura a los poderes tradicionales. Aunque cada país y cada momento tiene sus características (pudiendo ser los ‘salvadores’ de cualquier extremo, de la derecha o de la izquierda), el patrón es el mismo: votar por un radical que oficie como verdugo del Establecimiento, sin reparar en su preparación o condiciones éticas. El Establecimiento es visto como un cáncer al que hay que exterminar, cueste lo que cueste, y con el veneno que esté a la mano. Incluso dando paso a un nuevo Establecimiento de mediocre factura.Esa consigna de masas convirtió a un militar fantoche y de escasos conocimientos en el padre de la nueva Venezuela, misma que se hunde frente a las narices y la incompetencia de su heredero. Es la energía que fortalece a Le Pen, Petro, Ortega, Evo, Iglesias y una larga lista de mesías que ofrecen apretar las tuercas a punta de resentimiento. Y quedarse haciéndolo tanto como la ley lo permita, siempre con la posibilidad de torcerle el cuello a las normas para eternizarse.¿Donald Trump? Sí, bienvenido a la lista de orates, extremistas, fanáticos y extravagantes personajes que llegan al poder cosechando malquerencias y prometiendo bárbaras gestiones. La esperanza, dicen los que saben, es que la democracia de los Estados Unidos está llena de pesos, contrapesos y controles, que logran mantener a raya a cualquiera que, desde la presidencia, pretenda convertir sus ideas malsanas en política de gobierno. Hasta un descerebrado podría ser presidente allá y gobernar con cierta dignidad. Incluso reelegirse, y el país seguiría a flote. Ya veremos. ***Ultimátum. ¿Llegará Santos a Oslo con las manos vacías? ¿Los esfuerzos de los negociadores en La Habana se cristalizarán en un acuerdo que satisfaga, siquiera levemente, a la oposición? ¿Uribe cederá en algunos puntos para no quedarse del tren de la historia? ¿La guerrilla aceptará que hay que reducir considerablemente el tamaño de los ‘sapos’ que nos iban a hacer tragar? ¿Una justicia transicional de limitadas proporciones podría abrir paso a una amnistía general en la que todo se olvide?Sigue en Twitter @gusgomez1701