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Inocentes quienes creyeron que necesitábamos a J.J. Rendón para mantener en cartelera...

10 de mayo de 2014 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Inocentes quienes creyeron que necesitábamos a J.J. Rendón para mantener en cartelera el golpe bajo y la puñalada trapera. Nos bastamos y sobramos los colombianos para exprimirle dividendos a la bajeza. Bien ha dicho Félix de Bedout que “si están pensando en un debate presidencial, el relleno (sanitario) Doña Juana es el escenario ideal”.El ‘mezquinómetro’ de los últimos días marcó 8.5 en la escala de Shylock, ese comerciante que en la República de Venecia —según un Shakespeare con destellos antisemitas— dominaba el comercio internacional: cobraba no en ducados, sino en libras… pero de carne. Quienes aún leen columnas de opinión (o sus anodinos resúmenes en Twitter), descubrieron a Fernando Londoño planteando cómo Santos —haciendo ver a Shylock como un principiante— dizque ferió las leyes, primero a los Comba y luego a la guerrilla. Al adefesio respondió  El Tiempo  con una advertencia sobre lo que les pasa a los columnistas cuando, como diría Ordóñez, se la fuman verde. Por contera, Tomás Uribe escribió al director, Roberto Pombo, para recordarle que muy grato habría sido un previo llamado a la sensatez cuando Gabriel Silva, desde su púlpito de tinta y rencor, comparó al padre del ofendido con Escobar (“el peor criminal que ha dado la patria”).Papá Uribe, con la lengua atada a las malquerencias, declaró después que J.J. Rendón había inyectado dos sucios millones de dólares a la campaña 2010 de Santos. Campaña que comprometía en ese entonces los intereses del propio Uribe y de todos los inquilinos del actual pozo séptico, como demostró una foto de la versión internet de Semana. De fondo sonoro, el todavía fuerte eco del futuro vicepresidente santista llamando gamines a los, reconozcámoslo, saboteadores profesionales.Otro vicepresidente, en uso de atroz retiro, aprovechó el horario triple A de la televisión para portarse como un triple guache y afirmar que no respalda a su primo precisamente porque lo conoce. Episodio que habría aterrado más a las familias colombianas que disfrutaban  a esa hora de “Yo me llamo” si hubieran leído lo que Electropacho  había dicho  en entrevista con Rodrigo Urrego,  de Semana: “El presidente Santos ha negociado toda la vida con narcos. A finales de los 90 quiso tumbar a Samper a través de Víctor Carranza y Álvaro Leyva [sic] trató de montar todo un gobierno de Unidad Nacional con Carlos Castaño y Raúl Reyes, yo soy testigo de excepción de eso porque trató de cambiar editoriales en El Tiempo para ambientar esa propuesta que él armó con esos personajes”. Campaña lodazal, en la que sus guías “espirituales” tienden emboscadas a la prensa, presentando a delincuentes informáticos como respetables expertos. Campaña cloaca, en la que el cetáceo Simón, alimentado desde que era una cría con raciones de dineros públicos, acusa a Zuluaga de traición a la patria. Campaña marranera, en la que los exconsejeros de paz apuñalan la esperanza de acabar con la guerra a cambio de unos puestos que nunca llegarán. Campaña letrina, en la que el siempre acalorado Benedetti pide que fusilen a los colombianos privados de la mermelada que él engulle. Campaña vertedero, en la que los avales éticos de la oposición los da, ni más ni menos, José Obdulio Gaviria. Campaña lupanar, en la que algunos periodistas tientan a Peñalosa para que revele un oscuro episodio sobre la intimidad de Petro. Hiede la política.Ultimátum:  “Hijos de parapolíticos se casan; expresidente Uribe será el padrino”, titula Caracol Radio. Sin comentarios.@gusgomez1701