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Los 4 fantásticos

Gran problema de los países en desarrollo: la mayoría de las personas preparadas y eficientes trabajan en el sector privado y no en el público.

29 de julio de 2018 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Gran problema de los países en desarrollo: la mayoría de las personas preparadas y eficientes trabajan en el sector privado y no en el público.

Y son varias las razones que conducen a esta triste realidad. La diferencia con lo que un profesional gana en el sector privado, la cantidad de ojos que están escrutando su vida, el temor a las investigaciones de las ‘ías’, el riesgo jurídico y personal que conlleva el ejercicio de ciertas dignidades y, justo es decirlo, generosos episodios de incomprensión o culiprontismo de los medios de comunicación.

Sin perjuicio del legítimo derecho a criticar la gestión de los funcionarios, ya al final del gobierno Santos es más que oportuno y merecido invertir palabras en un puñado de servidores que se han destacado sin otro patrocinio o carta de presentación que sus ejecutorias y carácter.

Mauricio Olivera González, que se desempeñó como presidente de Colpensiones. En virtud del tránsito hacia la nueva institucionalidad pensional nos enfrentamos en su momento a un caos por la falta de confiabilidad en la información que había que sistematizar para poder tomar decisiones. Cumplido el objetivo de darle credibilidad a la información, Olivera redujo sustancialmente los tiempos de respuesta para el reconocimiento pensional. Puso al día a Colpensiones, enfrentó miles de tutelas y combatió a las mafias de abogados y jueces que pretendían defraudar al Estado con carruseles de pensiones falsas.

Francisco Reyes Villamizar, superintendente de Sociedades, afianzó a la entidad como escenario ideal para dirimir las controversias entre socios y accionistas, así como complicados líos societarios. Tramitó los procesos de insolvencia o reorganización de compañías que han logrado recuperarse de una situación financiera crítica, tomando un segundo aire. Posicionó a la Superintendencia como la primera en el índice de transparencia entre 150 entidades del Estado.

Pablo Felipe Robledo, a quien incluso sus contradictores le han reconocido carácter al adoptar importantes decisiones como superintendente de Industria y Comercio. Robledo consolidó una política pública para proteger la libre competencia y a los consumidores.
Se enfrentó a los poderosos y destapó escándalos empresariales que lo convirtieron en símbolo de lucha contra la corrupción. Cemento, pañales, papel higiénico, cuadernos, seguridad privada, azúcar e, incluso, un cartel en agencias de modelaje, han sido algunos de los casos sancionados y que han evidenciado un fenómeno que era tan desconocido como perjudicial, fundamentalmente para los colombianos de menos recursos.

Alejandro Gaviria. El de ministro de Salud, en este país, es uno de esos puestos que tienen más de quemadero que de trampolín. Gaviria demostró ser un hombre de mente abierta, de criterios liberales e independientes de dogmas trasnochados. De su mano mejoraron los indicadores de salud pública y las coberturas de vacunación. Eutanasia, derechos de la mujer y cannabis medicinal fueron claves en su gestión. Y nunca olvidaremos los logros en materia de regular precios, enfrentándose a las todopoderosas y abusivas farmacéuticas.

Habrá sin duda otros tan valiosos como estos cuatro, prueba de que la función pública puede asumirse con responsabilidad. Que el suyo sea ejemplo para quienes los suceden. Si no, como se dice popularmente, ¡no habrá más remedio que clonarlos!

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Ultimátum.
Mueve Uribe un dedo en el agua y se generan olas de tsunami.

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