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Mientras el país flota en las aguas de la polarización, y con la tormenta electoral comenzando a formarse, hay un tópico del posconflicto del que nadie habla.

30 de abril de 2017 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Mientras el país flota en las aguas de la polarización, y con la tormenta electoral comenzando a formarse, hay un tópico del posconflicto del que nadie habla. Es una preocupación de muchos sectores, pero su calidad de papa caliente hace que no haya quién le meta el diente. Se trata del futuro de los mandos medios de las Farc.

Como en toda organización, las Farc tienen diferentes niveles de integrantes, en cuyos extremos está la guerrillerada (los rasos) y los ‘cacaos’ (secretariado). Entre ambas puntas hay un universo de mandos medios de diferentes características y que incluso encuentran cierta equivalencia en los rangos de la legalidad uniformada. Así, hay reemplazantes de columnas (tenientes), comandantes de columna (capitanes), reemplazantes de frente (mayores) o reemplazantes de bloque (coroneles).

Estos mandos medios acumularon un poder enorme, teniendo docenas de efectivos a su cargo y acceso a colosales entradas económicas. No van a olvidarse de ese estatus por una discreta mensualidad y un tratamiento que no consideran acorde con su ‘rango’.

Curiosamente, los mandos medios han sido desestimados tanto por sus superiores como por el gobierno. Los pesos pesados de las Farc se casaron con el discurso de que todos los guerrilleros son iguales y el gobierno teme invertirles dineros o abrirles espacios generosos en la civilidad con tal de evitar la detonación del uribismo.

Sucede que de la misma forma en que media Colombia mordió anzuelos como el de la ideología de género en los acuerdos, en las zonas de desmovilización también cunden rumores de incumplimiento o condenas desproporcionadas que tienen intranquilos a estos mandos medios.

En todo proceso de paz que se ha desarrollado en medio de economías informales (Congo, Sri Lanka, Sierra Leona), los mandos medios han sido un dolor de cabeza. Y la razón es simple: ante cualquier duda, la posibilidad de que reincidan es enorme, sobre todo sabiendo que dominan la manera de producir riquezas fuera de la ley.

Cierto es que en las Farc hay unidad de mando y que funcionan de forma más cohesionada que el paramilitarismo, pero, como advierte la Fundación Paz y Reconciliación en un sensato documento llamado Propuesta de Reincorporación, cuatro riesgos latentes pueden llevar a los mandos medios a la reincidencia.

A saber: inseguridades jurídicas (incluidos los miedos a la extradición y el camino culebrero de las amnistías), problemas de seguridad (temen ser asesinados y ven con preocupación lo que en ese sentido les pasa a los líderes sociales), terror a incumplimientos de parte del gobierno y el hecho de que los espacios que dominaban puedan ser ocupados por criminales que atenten contra ellos o los recluten.

Como las calidades sociales y de edad de los mandos medios son variopintas, no hay una solución general. El investigador Ariel Ávila sostiene que algunos tendrán que dedicarse a tareas sociales bien remuneradas (como los muy mentados cuerpos de guardabosques), que otros podrían en escalas muy reducidas ser parte de la fuerza pública rural, y que a los mayores habría que jubilarlos con una pensión decente. Posibilidades que enervan a muchos sectores.

El panorama no es claro y, por lo pronto, lo único cierto es que muchos de estos señores de la guerra caminan por la delgada línea que separa la vida civil del regreso a una situación ilegal repleta de privilegios.

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Ultimátum.
Útiles son los asnos. Aunque no gobernando, Nicolás.

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