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Antiguallas

Si elevadas cualidades como la honestidad y la verdad han pasado de moda, ¡cómo no entender que dejemos atrás aparatos hechos de tuercas, tornillos, láminas y demás materiales inertes!

3 de diciembre de 2017 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Generosas son las listas que circulan en redes sobre objetos que ya no se usan, a los que el desarrollo tecnológico o el natural cambio de hábitos de la gente ha ido desplazando de la cotidianidad. Adiós al Betamax, al bíper (buscapersonas), a la máquina de escribir, al disquete y al casete, a los televisores con patas y al cederrón (¡llegó el CD-ROM incluso a tener palabra castiza!).

Si elevadas cualidades como la honestidad y la verdad han pasado de moda, ¡cómo no entender que dejemos atrás aparatos hechos de tuercas, tornillos, láminas y demás materiales inertes! Habida cuenta de lo desactualizadas que están estas enumeraciones, van aquí unas cuantas menciones que deberían engrosar los recuentos de esas reliquias.

Constitución. No hace falta. Estorba. Está desactualizada, es vetusta y esperpéntica. Su reemplazo no requiere de engorrosos actos legislativos o costosas asambleas constituyentes: la mejor Constitución sería la simple desgravación, con puntos y comas, de las entrevistas radiales del excelso jurisconsulto español Enrique Santiago. No se necesita más.

Matemáticas. En desuso están las viejas teorías sobre propiedades y relaciones entre entidades abstractas, ante las noveles realidades del cálculo: la mitad de 99 es cincuenta. Reside ahora la sabiduría que antes descansaba en Euclides, en la silla vacía. Determinar el rumbo del país es secundario; lo fundamental ahora es determinar el cuórum.

Proporciones. Cuando un teléfono cuesta lo que gana un trabajador colombiano tras seis meses de esfuerzos, se entiende la necesidad de asegurarlo en manos de los transeúntes con la idea estrambótica de forrar las calles de soldados en tiempos de paz.

Historia. Continuamente reescrita, y al vaivén de variopintos intereses, deja de ser una ciencia en el Cabal sentido de la palabra. La nueva historia: ¡Lo que diga María Fernanda!

Diccionario. No se necesita. La realidad política (oxímoron) da nuevos sentidos a las palabras. Así, después de que Claudia López amagara con dejar a Sergio Fajardo sin avisarle, él calificó la situación de ‘bizarra’. Otros idiomas le dan sentidos diferentes a una expresión que en español formal define a alguien generoso, cálido y espléndido. O Fajardo no lo sabía o, como el caballero que es, se despide de la senadora que lo acaba de ‘cascar’ con una cascada de elogios. Posdata: Fundeu sugiere que puede usarse como ‘extravagante’. ¡Tan dinámico el idioma como la política!

Medios. ¿Quién los necesita en un mundo donde llevamos entre el bolsillo nuestros propios medios de comunicación? Lástima grande que el diseño se haya quedado anclado en el pasado y los bolsillos sigan siendo tan angostos como para que apenas quepan los aparatos, quedándose por fuera la responsabilidad.

Sensatez. Primero fue Sergio Clavijo, de la Anif, proponiendo que se aumenten las edades de jubilación (idea que respalda Fajardo) y ahora el turno es para los miembros del Consejo Gremial: piden gravámenes pensionales. Sabíamos del terror que genera en algunos sectores la posibilidad de que germine en Colombia el ‘castrochavismo’, pero es novedad sorprendente que la semilla la esté regando el empresariado.

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Ultimátum.
Recomiendo, a riesgo de atravesar los predios del ‘engrase’, la compra del libro ‘La Luciérnaga 25 años’ como regalo navideño. Recorrido por un cuarto de siglo de amena crítica que incluye un DVD con show exclusivo. Parte del producido de la publicación irá a manos de personas de escasos recursos: los humoristas del programa.

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