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Verdad y reconciliación

La Comisión de la Verdad puede cumplir una tarea importante para la reconciliación si logra ilustrar a la sociedad con el contexto de las decisiones que tomaron los actores sociales, no vinculados orgánicamente con los actores armados, durante el conflicto.

4 de septiembre de 2020 Por: Gustavo Duncan

La Comisión de la Verdad puede cumplir una tarea importante para la reconciliación si logra ilustrar a la sociedad con el contexto de las decisiones que tomaron los actores sociales, no vinculados orgánicamente con los actores armados, durante el conflicto. Eso significa reconstruir las circunstancias, el conocimiento de la situación y las previsiones a futuro de las decisiones que tomaron en su momento.

De otra manera, si se conoce la verdad, el juicio de la historia podría ser implacable y desproporcionado con muchos que vivieron el conflicto. La sociedad los haría responsables de sucesos y efectos posteriores que no estaban dentro de sus motivaciones originales y que, en retrospectiva, nunca pretendieron que ocurrieran al momento de tomar decisiones. Es más, difícilmente los actores sociales van a reconocer su participación si sienten que sus decisiones van a ser interpretadas a la luz de decisiones tomadas posteriormente por otros actores.

Dos ejemplos muy concretos dan una idea de la severidad del juicio de la historia si no se consideran las circunstancias de los actores. Cuando la UP se creó durante los diálogos de paz de Betancur la idea era que las Farc dispusieran de un partido político que les permitiera adaptarse a la competencia democrática y en el futuro dar el paso al ejercicio pacífico de la política. Muchos en la dirigencia de las Farc y del Partido Comunista no lo vieron así, sino como una oportunidad para aprovechar el proselitismo desde la legalidad en beneficio de la expansión militar de la guerrilla.

Pero una gran mayoría de las bases y activistas sí se unieron al proyecto con un genuino compromiso con la paz. Pagaron muy caro la ambición militar, o más bien la falta de visión política, de la dirigencia. El secuestro, la violencia y robos como el de la cocaína a Rodríguez Gacha llevaron a que otros actores -paramilitares, Fuerzas Armadas, terratenientes, etc.- en retaliación exterminaran al partido que había formado las Farc en el proceso de paz con Betancur. Sería infame hoy culpar a las víctimas de la UP por haber apostado por un partido de una guerrilla que al poco tiempo escaló la guerra y los dejó en la mitad del fuego cruzado.

El otro ejemplo son los ganaderos, los empresarios y la población civil de regiones azotadas por las guerrillas que en un momento dado pagaron protección a grupos paramilitares para evitar que fueran secuestrados, extorsionados, arruinados y asesinados. Así de crítica eran las circunstancias. Cuando los paramilitares llegaron muchas sociedades regionales los legitimaron no porque hicieran masacres, traficaran drogas o robaran tierras, entre tantas atrocidades del conflicto. La aceptación fue por otro tipo de circunstancias: la gente del lugar que no era asociada con las guerrillas ahora podía vivir sin la zozobra de no saber si ellos o sus familiares iban a ser secuestrados o asesinados en cualquier momento. Juzgarlos a ellos por las víctimas y el efecto posterior en la creación de estructuras de control social desde ejércitos privados muy criminalizados sería desproporcionado.

Una buena reconstrucción de los contextos por la Comisión de la verdad permitiría distinguir entre quienes utilizaron la guerra para su beneficio o impusieron la ambición de victoria militar sobre los daños a la sociedad y quienes, ante todo, se vieron envueltos en la guerra por las circunstancias.

Sigue en Twitter @gusduncan