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Una pelea que dar

Lo firmado esta semana en La Habana es ya una señal definitiva...

19 de diciembre de 2015 Por: Gustavo Duncan

Lo firmado esta semana en La Habana es ya una señal definitiva que el acuerdo de paz con las Farc va a ser un hecho en 2016. Tendría que suceder algo muy inusual y grave para que las partes deshagan todo el camino recorrido.Si se firma la paz a mediados de 2016 el gobierno Santos tendrá entonces dos años para implementar los acuerdos. Es un tiempo que podría parecer suficiente para que se cumplan los compromisos adquiridos con las Farc, se normalice su paso a la legalidad y se deje instalada la infraestructura necesaria para la aplicación de la justicia transicional.Sin embargo, dos años no van a ser suficientes para las apuestas más ambiciosas que hay al interior del gobierno. Santos sabe que haber firmado la paz con las Farc es un legado histórico invaluable. Sabe también que la historia lo juzgara de acuerdo a las consecuencias positivas y negativas de lo acordado. Por consiguiente, va a tener mucho interés de influir en el largo plazo sobre estas consecuencias, sobre todo en que los acuerdos se cumplan según su visión política de los beneficios de la paz y que las concesiones realizadas no lleven a una situación política indeseable como podría ser el auge de un populismo de izquierda y, por qué no, de derecha como una reacción a lo pactado.La apuesta de Santos no es además un boceto grueso de su visión particular de un país en paz. La estrategia de negociación está basada en la visión de una paz territorial que cumpla una de las grandes falencias del Estado colombiano: incluir dentro de sus instituciones y dentro de los mercados modernos grandes porciones del territorio y de la sociedad que, por estas circunstancias, han padecido la mayor parte del conflicto.El propósito de inclusión en el Estado y el mercado como estrategia de paz territorial demanda un compromiso político que va más allá de la gestión de unas simples inversiones. Es mucho más que pavimentar tantos cientos de kilómetros de vías terciarias, entregar tantos miles de hectáreas a campesinos y colonos y subsidiar por varios años tantos miles de proyectos productivos.Se trata en realidad de movilizar enormes cantidades de recursos y compromisos políticos para que finalmente la democracia funcione en el nivel local, las instituciones del capitalismo moderno lleguen a todos los rincones y la burocracia pública de municipios alejados sea capaz de invertir eficientemente el presupuesto que transfiera el nivel central. Lo que equivale a un proyecto político y de gestión de más largo plazo, de algo que supera los dos años con que cuenta Santos para implementar el postconflicto.Por lo tanto, Santos tiene que asegurar la continuidad de este proyecto en las próximas elecciones presidenciales. Es una pelea que tiene que dar. Si la elude el juicio de la historia podría ser implacable. La candidatura de Humberto de la Calle es en ese orden de ideas casi que una obligación. No hay ninguna otra figura a la mano con su reconocimiento en la opinión y experiencia en el oficio de la política. Él representa además los acuerdos allí pactados y la visión de país en paz que se desprende del proceso.No importa que pierda, la ventaja de Vargas Lleras pareciera enorme hoy. Lo que importa es lograr que el tema central de las próximas elecciones sea la necesidad de incluir las periferias colombianas en el Estado y en el mercado como requisito para una pacificación en el largo plazo.