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Un detalle pequeño

En una de las entrevistas que le hicieron a ‘Timochenko’ en La...

24 de octubre de 2015 Por: Gustavo Duncan

En una de las entrevistas que le hicieron a ‘Timochenko’ en La Habana, mencionó un detalle pequeño que ha llamado muy poco la atención a pesar de las enormes implicaciones que tiene. ‘Timochenko’ reveló a El Espectador: “Una vez Fidel Castaño nos dijo: la mejor manera de acabar la guerra es echarles mano a familiares de los generales. Le contestamos: Nooo, ese es su método, no el nuestro”.La noticia no es que las Farc estuvieran considerando el secuestro de familiares como estrategia de guerra. Ni que negaran el uso de tales prácticas. Alrededor del debate del secuestro no hay nada nuevo en la entrevista. Incluso ‘Timochenko’ inmediatamente precedió a decir que: “[Es] un tema difícil y complejo, que no queremos tratar a través de los medios.”Lo realmente novedoso en la entrevista es que el jefe máximo de las Farc admitió que tenían comunicaciones con quien se suponía era su peor enemigo, Fidel Castaño, el jefe de los paramilitares. En sí no era una noticia sobre lo cual no hubiera conocimiento. Carlos Castaño en su libro Mi confesión y María teresa Ronderos en Guerras recicladas ya habían señalado que Fidel estaba en conversaciones para aliarse con las Farc. Hasta se especuló con que comandaría un frente propio y esa sería una de las razones por las que su hermano Carlos lo asesinó. Pero en la voz de ‘Timochenko’ la cosa deja de ser una especulación, sobre todo si en esas conversaciones se tocaban temas tan álgidos como la forma de obligar al estado a claudicar.Su versión paradójicamente desmiente todo el discurso que las propias Farc, junto a muchos otros sectores, han construido acerca de la naturaleza del paramilitarismo. Es decir, la vieja historia de escuadrones de la muerte y mercenarios sujetos al control de las élites y del estado que ejercen una violencia sistemática contra cualquier forma de protesta social o reivindicación política.Lo que se trató el paramilitarismo, en particular luego que los narcotraficantes se hicieron al mando, fue de ejércitos privados con una agenda propia. Y aunque tuvieran fuertes nexos y alianzas con élites legales, con la clase política y con las fuerzas de seguridad del estado, sus acciones y decisiones en el conflicto estuvieron sujetas a sus intereses particulares. Tanto fue así que Fidel Castaño en el momento que sintió que podía ser traicionado por el estado, al que había ayudado a combatir a Pablo Escobar y a las guerrillas, optó por acercarse a las Farc.Hay buenas razones por las qué la construcción de un discurso en que los paramilitares son actores pasivos bajo el control y la manipulación del poder establecido es importante para las Farc y para la izquierda. Por un lado, permite responsabilizar a las elites y a los dirigentes políticos de toda la represión que han padecido civiles y líderes de los partidos de oposición durante las últimas décadas. Por otro lado, evita que sectores distintos a la subversión reclamen la representación de sectores subordinados en el orden social a través del uso de la violencia.Si el paramilitarismo y el narcotráfico son también una forma de organización violenta que ofrece a pobres y excluidos la oportunidad de acceder a bienes materiales y al poder, pierde piso la versión simplista del conflicto como guerra de clases entre oligarquías y pueblo raso. El hecho que Fidel Castaño hubiera tenido acercamientos con ellos les demuestra que no fue así.