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Relatos post-paros

El paro demostró que la gente dejó de creer en los relatos de sus dirigentes. Incluso demostró que está dispuesta a reemplazarlos en una próxima elección.

4 de junio de 2021 Por: Gustavo Duncan

Todavía es muy temprano para hablar de una salida al paro. Las movilizaciones parecen perder fuerza por su propio agotamiento y por los costos sociales de los bloqueos. Pero aún no hay señales de un acuerdo final. Los bloqueos crean una enorme presión sobre el Gobierno y, ojalá no suceda, una operación de desbloqueo que se salga de control puede conducir a muchas muertes.

No obstante, aún suponiendo que el paro se acabará relativamente pronto y que los excesos de la fuerza pública y los manifestantes se mantendrán dentro de los márgenes conocidos, es innegable que lo sucedido va a tener enormes consecuencias políticas. En el corto plazo el debate político va a girar en torno a demandas sociales insatisfechas y, sobre todo, a la crisis de legitimidad del sistema político por su incapacidad de satisfacer estas demandas.

El paro demostró que la gente dejó de creer en los relatos de sus dirigentes. Incluso demostró que está dispuesta a reemplazarlos en una próxima elección. Dada la indignación e incredulidad que causa la clase política tradicional, una apuesta por algún relato político que cuestione y transforme las instituciones de la democracia actual es viable.

Por esa razón, los políticos son los mayores responsables de la crisis. El relato que vendieron al país de una mejora constante de las condiciones de vida de toda la población, de mayores oportunidades para las nuevas generaciones y de una sociedad en que el éxito se basa en los méritos no es creíble ante la contundencia de los hechos. El Covid-19 terminó de desnudar la incoherencia entre el relato que vendieron, los resultados reales de su gestión y los privilegios que no estaban dispuestos a renunciar desde el poder. Una cosa era soportar los abusos en las circunstancias corrientes, otra con una pandemia que dejaba casi 10 millones de nuevos pobres, mucha hambre y la juventud desilusionada.

La reticencia a vender un nuevo relato que comprometa a la gente, en particular a la juventud, se hace incluso evidente en el discurso de un político con tanto liderazgo como Uribe. Es cierto que en su momento su discurso comprometió al país para derrotar estratégicamente a las Farc.
Pero los jóvenes de hoy eran apenas niños o no habían nacido cuando eso ocurrió. No les tocó conocer la zozobra de finales de los 90 y lo que significó la recuperación de la autoridad. Lo que encuentran en el relato de Uribe es el de un político de siempre, apegado a creencias anticuadas en temas como la droga, el sexo, los valores morales, etc.

La crisis del relato se extiende a los empresarios. Existe la visión de que en Colombia el sector empresarial no se ha construido sobre la innovación, la tecnología y el esfuerzo por competir en mercados internacionales, sino por las ventajas otorgadas por el estado en un mercado protegido. La realidad hoy no es tan así. Existen todavía sectores que gozan de cuasi monopolios y empresarios que han hecho sus fortunas gracias a la contratación pública, pero la mayoría de empresas pasan grandes apuros para mantenerse operativas y el estado impone enormes costos tributarios y burocráticos, a la vez que es ineficiente a la hora de proveer una infraestructura adecuada.

Los empresarios están obligados a construir un relato más acorde con la realidad. De otro modo en el debate que se viene les pasarán la cuenta de cobro por callar ante los excesos de la clase política.
Sigue en Twitter @gusduncan