El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Reforma del otro lado

Hay un proceso permanente de civilización. Hoy, por ejemplo, sería inadmisible que el Esmad utilizara perros o fusiles para dispersar las manifestaciones.

28 de mayo de 2021 Por: Gustavo Duncan

Es urgente una transformación de la fuerza antidisturbio a pesar que no se puede hacer en medio de las actuales protestas. Las imágenes son contundentes de los muchos abusos y excesos del Esmad y de la Policía.
Los protocolos de intervención, el entrenamiento, la formación, el manejo de armas no letales, las mejoras en los salarios y condiciones laborales van a ser indispensables para reducir las violaciones a los derechos humanos durante las protestas.

Ahora bien, la Policía y el Esmad no deben ser las únicas que deberán reformarse. La protesta también debe reformar su repertorio de prácticas durante las movilizaciones. Argumentar que toda la violencia que ocurre durante las protestas, en particular en la actual, proviene de la intolerancia y la represión de los organismos de seguridad del Estado no solo es ingenuo, sino que solapadamente pretende legitimar una serie de prácticas que a todas luces son violaciones a los derechos básicos de la ciudadanía y una incitación directa a una respuesta violenta.

Dirigentes sindicales, activistas, formadores de opinión, líderes de las manifestaciones e, incluso, dirigentes políticos sostienen que ciertas expresiones violentas son inherentes a la protesta social. Es cierto que existe una tradición de enfrentamientos violentos entre policías y manifestantes. Las protestas están enmarcadas en un ritual donde una gran masa concentraba su voz en un periodo de tiempo relativamente corto pero muy intenso, en que los manifestantes son agredidos y agreden a la fuerza pública. A pesar de su espectacularidad se trata de una violencia muy contenida dada la cantidad de población involucrada y el potencial de represión que la fuerza pública se abstiene de utilizar.
Parte del ritual son las pedreas, las bombas molotov, los garrotazos y las barricadas. Es la manera de mostrarle al Estado, a las élites y al establecimiento que hay un descontento enorme y que si no ocurren cambios la situación se puede salir de control.

Sin embargo, el mundo cambia. Hay un proceso permanente de civilización. Hoy, por ejemplo, sería inadmisible que el Esmad utilizara perros o fusiles para dispersar las manifestaciones. Lo mismo debe ocurrir entre los manifestantes. ¿Son realmente medios legítimos de protesta lanzar ladrillazos y bombas molotov a quemarropa a los miembros del Esmad, golpear con patadas voladoras a los policías, incendiar Cais con agentes adentro, impedir el paso de alimentos y urgencias médicas, secuestrar policías, incendiar bancos, etc? ¿Eso realmente contribuye a que las élites reciban una señal de descontento y de necesidad de cambio?

El mundo actual no recibe señales de ese modo. Al contrario, repudia el uso de una violencia brutal e irracional que muchas veces llevan al uso desproporcionado de la fuerza por la policía para reprimir las agresiones. Quienes alientan a la violencia deberían ser conscientes de la responsabilidad que tienen en tantos muertos y heridos por enviar a jóvenes inconformes a desafiar a una policía compuesta por jóvenes en condiciones similares de frustración.

Este paro ha sido importante porque una gran masa de población, desvinculada a la violencia, salió a marchar y le dio una lección inédita al Estado y las élites sobre la magnitud del malestar social. Los manifestantes violentos deberían aceptar que el éxito se debe a esa masa, no a sus ladrillazos y bloqueos.
Sigue en Twitter @gusduncan