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Nuevos clanes

Es cierto que en las elecciones regionales los clanes políticos continúan ejerciendo un fuerte control de las votaciones e impiden el surgimiento de nuevas fuerzas.

26 de julio de 2019 Por: Gustavo Duncan

En Zona Franca, un programa de debates de opinión dirigido por Daniel Pacheco, en el que analizaban las próximas elecciones, uno de los analistas se refirió a los Char como unos de los clanes que predominarán en el mapa político de Colombia. Es cierto que en las elecciones regionales los clanes políticos continúan ejerciendo un fuerte control de las votaciones e impiden el surgimiento de nuevas fuerzas.

Sin embargo, el fenómeno de los Char se trata de algo muy distinto a la tradicional política de clanes familiares en Colombia. Y su manera de hacer política comienza a mostrar una evolución que no es particular solo de ellos. Otros grupos también han introducido sus prácticas, tanto para ganar elecciones como para negociar con los poderes centrales y gobernar en su área de influencia.

Laura Ardila, periodista del portal La Silla Caribe, no ha podido titular mejor este cambio en las formas de hacer política: “De Gerleín a Char o del clientelismo de barrio a la maquinaria empresarial”. De las tejas, mercados y la propina el día de las elecciones se pasó a un clientelismo totalmente monetizado, en escala industrial. Los votos se compran ahora al por mayor, en número de decenas de miles. Por supuesto los precios se dispararon: “en el Atlántico un voto comprado pasó en los últimos 10 años de costar 20 mil a unos 200 mil pesos”.

Pero la compra de votos en bloque no es la única particularidad. Los Char han cambiado la visión del político regional concentrado en la construcción de pequeñas obras, desarticuladas entre sí, que servían de caja para financiar las campañas y mantener a las clientelas contentas. Ellos, en cambio, tuvieron la visión de hacer un conjunto de grandes obras de infraestructura que cambiaron la cara de Barranquilla y, en menor medida, el Atlántico. La ciudad se ha desarrollado de manera impresionante, numerosas empresas han invertido en la región.

Obviamente, no todo el desarrollo es producto de los Char. El impresionante crecimiento de la década del dos mil dispuso de grandes cantidades de recursos para invertir, tanto desde lo público como desde lo privado. Los tratados de libre comercio impulsaron el papel de Barranquilla como mercado local y punto de intercambio con los mercados internacionales.

Pero hay que reconocer que los Char tuvieron la visión para realizar las inversiones públicas que hicieran posible que Barranquilla aprovechara la oportunidad que se ofrecía. O, al menos, lo hicieron mucho mejor que los clanes de antes, sin visión y más interesados en pequeñas mordidas que en obras y proyectos en grande. Basta recordar apellidos como Caiafa, Hoenigsberg, etc.

El caso de los Char recuerda en algo al de los Daley, una dinastía compuesta por padre e hijo que gobernó Chicago durante décadas. Los Daley manejaron la máquina política de la ciudad a punta de clientelismo y contratos. Pero hicieron una gestión ejemplar. Chicago prosperó y pudo superar el proceso de desindustrialización que quebró a ciudades como Detroit. El aeropuerto, los rascacielos, las autopistas, entre otras obras, fueron su legado.

No todo es color de rosa. El proyecto de los Char se ha dado con un proceso de endeudamiento peligroso, de compromiso con recursos futuros y de concentración de la contratación pública en pocas firmas, como lo mostró la Silla Caribe. De algún lado tiene que salir la plata para pagar votos en escala industrial.

Sigue en Twitter @gusduncan