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Nepotismo solapado 2

En una columna anterior critiqué la manera tan olímpica cómo las élites...

6 de septiembre de 2014 Por: Gustavo Duncan

En una columna anterior critiqué la manera tan olímpica cómo las élites políticas de Bogotá abusan de los cargos públicos para promover la carrera de sus familiares. Utilicé como ejemplo al actual presidente Santos, quien fue nombrado por el expresidente López Michelsen en un cargo de primera línea en el exterior de la Federación Nacional de Cafeteros a los 23 años de edad y sin ninguna experiencia ni mérito.No me enteré del caso por alguna investigación periodística. Fue el propio Santos en una entrevista quien contó el episodio. La revista era Semana, cuyo presidente y principal accionista es un hijo de López Michelsen. Por supuesto, no hubo ningún comentario sobre el descarado acto de nepotismo que supuso el nombramiento del joven e inexperto Santos por López.Pero uno pensaría que se trató de una anécdota del pasado. Al día de hoy con la vigilancia de los medios de comunicación y la conciencia sobre la necesidad de la meritocracia para acceder a los cargos de gobierno, repetir nombramientos de este tipo sin ningún tipo de rechazo social sería imposible.No fue así. La saga del nepotismo de las élites de Bogotá continúa sin que ningún medio ni la sociedad civil proteste. Los hijos de los Samper, de los Pastranas y de muchos otros conectados a las redes sociales de las buenas familias bogotanas, acceden fácilmente a cargos de primer nivel sin ninguna experiencia ni carrera que los soporte. Desde un punto de vista ético es reprochable que este comportamiento sea reiterativo. Desde un punto de vista de política pública los costos son altísimos: se restringe la movilidad social, se deslegitima la administración del estado y se pierde la oportunidad de que la gestión de temas trascendentales para la sociedad sea llevada a cabo por los mejores profesionales del país.El último caso de este nepotismo solapado de los bogotanos es el rumor del nombramiento de Martín Santos en la dirección de la Fundación Buen Gobierno. Que el hijo del presidente, de solo 25 años de edad, sin formación de postgrado, ni experiencia fuera del círculo paterno, sea nombrado director de una fundación que se hace llamar ‘buen gobierno’ sólo puede ser un chiste de república bananera. Cualquier fundación que pretenda “mejorar la gobernabilidad del país”, como dice su misión institucional en la página de Internet, no puede ser tomada en serio si nombra a su director por razones de linaje. El nepotismo es precisamente la antítesis del ‘buen gobierno’.Es preocupante que ningún medio haya salido a cuestionar un nombramiento por razones tan obvias. Pareciera que solo puede criticarse a los familiares del gobernante si hacen negocios, no si los nombran sin méritos conocidos como si se tratara de una aristocracia criolla. Pero resulta que sí hay plata de por medio. Cualquier empresa que tenga que decidir sobre sus donaciones a fundaciones sin ánimo de lucro o cualquier agencia de cooperación que tenga que elegir sobre a quién contratar para una investigación de política pública, va a tener muy en cuenta las ventajas que se pueden derivar de elegir la fundación dirigida por el hijo del presidente.Lo más grave es que el nepotismo de los gobernantes en vez de reducirse parece expandirse. Incluso ha contaminado a líderes de izquierda que emergieron a punta de votos. El caso del hijo de Petro es solo una muestra de cómo ellos también aspiran a crear su propio linaje.