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La paz no es gratis

Durante el transcurso de la semana dos hechos tocaron las emociones del...

24 de marzo de 2012 Por: Gustavo Duncan

Durante el transcurso de la semana dos hechos tocaron las emociones del país. El sábado las Farc mataron a once militares. Fue la oportunidad para quienes sostienen que la guerra vuelve a estar perdida y que la guerrilla no tiene ninguna voluntad de paz. Días después el Estado respondió con éxito. Más de 30 guerrilleros fueron dados de baja. Fue la oportunidad de los otros de reclamar por una negociación de paz. ¿Estuvo la guerra perdida a principios de la semana y luego ganada? ¿Van los acontecimientos a conducir a una negociación? A mi modo de ver ninguno de los dos hechos tiene relevancia estratégica. La situación sigue igual desde que Uribe replegó a las Farc a sus santuarios rurales y desmovilizó una generación de líderes paramilitares. Tenemos ahora una guerrilla que se adapta a las lógicas de guerra insurgente y unos nuevos grupos paramilitares que copan los espacios estratégicos para el tráfico de drogas. Y ninguna de estas dos fuerzas muestra señales de desaparecer. Al contrario, su dominio pareciera ir en expansión.La falta de claridad para una salida a la guerra no es nada nuevo. En gran parte se debe a que la sociedad colombiana no ha querido entender que la paz no es gratis. No es un asunto de audacia política lo que puede lograr que la voluntad de varios actores confluya en un acuerdo. Así como tampoco el sometimiento militar va a llevar a que muchos actores ilegales renuncien a la guerra. Son las transformaciones en las estructuras sociales las que pueden lograr algo. Y estas transformaciones demandan enormes dosis de política no para torcer la voluntad de los guerreros sino para convencer a actores legales de asumir los costos que implica la pacificación del país.Ubicar la población rural en espacios donde el Estado pueda regular las transacciones sociales y donde las fuerzas del mercado no graviten en torno a economías ilegales es más importante para acabar la guerra que los acercamientos con un grupo armado que puede reciclarse a la vuelta de la esquina. Del mismo modo, construir la infraestructura física que conecte las regiones a los mercados y erosione las bases de un capitalismo local fundado en la corrupción política es otro prerrequisito. Eso sin mencionar todo el tema de tierras, de tributación y de desigualdad social.Es cierto que en otros países existen condiciones similares y no existen ni guerrillas ni paramilitares. Pero en Colombia las condiciones del contexto no fueron las causas de la creación de estos grupos, sino los factores que explican su permanencia. Luego que se establecieron pueden reproducirse si encuentran un medio ambiente adecuado.Llevar a cabo las transformaciones que alteren un medio ambiente favorable a quienes hacen la guerra es por supuesto costoso, tanto en tiempo como en recursos, pero es al menos un gasto efectivo. Y se requiere de mucha política porque las transformaciones no se van a negociar ni con guerrillas ni con paramilitares. Es con sectores de la legalidad como la clase política, los empresarios, los colonos, los contratistas públicos, entre muchos otros sectores que pasan de agache, que se puede discutir los costos que implican los cambios estructurales del orden social. Son ellos los verdaderamente afectados. Más aun, así la guerrilla y los paramilitares quisieran discutir sobre estos temas no tienen el poder para tomar decisiones al respecto.