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Greta Thunberg

Se ha convertido en una celebridad la activista adolescente Greta Thunberg por sus emotivos discursos sobre el cambio climático y la indolencia de los gobiernos del mundo para tratar el problema.

27 de septiembre de 2019 Por: Gustavo Duncan

Se ha convertido en una celebridad la activista adolescente Greta Thunberg por sus emotivos discursos sobre el cambio climático y la indolencia de los gobiernos del mundo para tratar el problema. Su éxito no reside en la presentación de una nueva propuesta, sino en la puesta en escena de su mensaje.

Greta ha sabido convertirse en un símbolo por la capacidad de poner en escena el sentimiento de indignación frente a un problema político. La transformación de su rostro cuando desde las Naciones Unidas se lamenta que le hayan robado su infancia y probablemente su futuro porque, de acuerdo a ella, los gobiernos y los líderes mundiales anteponen decisiones económicas a la preservación de un medio ambiente que colapsa y que llevará al ser humano a la extinción, es una de los mensajes políticos más poderosos de los últimos tiempos. ¿Quién no se impresiona con las imágenes del rostro de una niña que explota en odio cuando Donald Trump, el símbolo de todo lo malo para progresistas y ecologistas, aparece en escena?

Tan fuerte ha sido su mensaje que se ha convertido, de manera análoga, en el objeto de ataque de la derecha y de los neoliberales. Sobran los memes y montajes en las redes sociales donde comparan la vida de Greta, en las condiciones envidiables de Suecia, con las condiciones de los niños en el tercer mundo. Otros, más sofisticados, han optado por refutarla con argumentos científicos. Tampoco dicen nada nuevo, es solo que la aparición de Greta les dio la oportunidad de repetirse. Que suspender abruptamente el uso de combustibles fósiles y los cultivos transgénicos causaría una tragedia en términos de vidas humanas es algo que se sabe hace rato.

Pero es precisamente la capacidad de aglutinar el debate de un tema de política de alcance global lo que hace tan reprochable el tratamiento a la figura de Greta Thunberg. Pocos han reparado que se trata de una menor de edad, de solo 16 años, y que su uso, ya sea para esgrimir argumentos apoyando políticas contra el cambio climático o en contra, significa la exposición de un niño en un escenario tan vulnerable como es la arena política.

La adolescencia es una fase en la vida en que apena se están desarrollando las habilidades y conocimientos que definen la personalidad de las personas como adultos. Por lo general, muchos de los comportamientos, creencias y actitudes en público que tienen los adolescentes son drásticamente alterados a medida que los individuos pasan a su mayoría de edad. Entonces se recuerdan estos comportamientos, creencias y actitudes con cierta vergüenza por la arrogancia que se tenía entonces.

Greta en cambio ha salido al debate mundial a los 16 años en un escenario muy distinto a la actuación, la música o el deporte, en que los niños no son objetos de ataques directos. La política, en cambio, es por esencia un escenario donde sus protagonistas son el objetivo explícito. Ella no tendrá la oportunidad para madurar sin que el mundo vea sus comportamientos, es más la presionaran para que sus actos sean públicos.

Por eso, apoyarse en menores como Greta para hacer política es infame y un chantaje porque exige al contradictor atacar a alguien vulnerable. Si se legitima su uso pronto nos encontraremos casos como adolescentes y niños liderando un discurso furioso contra el aborto, por solo poner un ejemplo. ¿Se sentirían cómodas las feministas con un contradictor político así?

Sigue en Twitter @gusduncan