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Fiesta de extremos

“Para mis amigos todo. Para mis enemigos la ley”, decía el dictador...

18 de febrero de 2012 Por: Gustavo Duncan

“Para mis amigos todo. Para mis enemigos la ley”, decía el dictador peruano Benavides hace casi un siglo. Esa misma lógica parece estar apropiándose del pulso político en Colombia, tanto por uribistas como por antiuribistas de extrema. Y el resultado es la captura del debate por fuerzas que están lejos de representar los intereses y apremios de la sociedad.Es cierto que hubo desaparecidos en la toma del Palacio de Justicia y que la desmovilización del frente ‘Cacica Gaitana’ fue un montaje. Pero de allí a poner al Estado y al Ejército a pedir perdón y a sindicar a Restrepo de traficante de armas hay un trecho enorme. Las sentencias suenan más a venganza que a una administración seria e imparcial de la justicia. Pareciera que el control de los medios judiciales fuera un mecanismo para castigar a los opuestos ideológicos. De hecho, a los potenciales culpables les conviene que los fallos sean así de radicales porque sus actos son arropados por motivos políticos. El argumento es sencillo: no era un delito lo que se estaba cometiendo sino una acción legítima en defensa del Estado. Lo absurdo de las sentencias prueba que la Rama Judicial estaba infiltrada por los enemigos de las instituciones. Un claro ejemplo de quien puede verse arropada por la nueva andanada de fallos es María del Pilar Hurtado. Su caso, aunque bastante adelantado en términos probatorios, puede ahora incluirse dentro del paquete de conspiración de la justicia. Lo más lamentable es que todo un sector del uribismo ‘huérfano de poder’ se ha apegado a esta tesis para mantenerse vigente en la agenda nacional. De otro modo ya serían irrelevantes en política. ¿Quién haría caso de la prosa rococó de José Obdulio y su pandilla si no fuera por la polarización del país a raíz de los fallos recientes de la justicia? No es de extrañar entonces que el uribismo extremo utilice argumentos igual de peligrosos para recuperar el poder: una asamblea constituyente, una nueva reelección, una reforma contra la justicia, etc.Los intereses y los apremios de la sociedad colombiana están muy lejos de gravitar en torno a la premisa de apoderarse de las instituciones de justicia para reprimir a los contrarios políticos. El grueso del país está compuesto por sectores distantes a los extremos que preferirían que los asuntos políticos se tramiten dentro de los canales normales de la democracia. Razón tenía el exconsejero Fabio Echeverri al sostener que: “Sería muy bueno que en lugar de tener falsos ideólogos, tantos pensadores y tantos apoderados en la mente que rigen a Colombia, le pidiéramos más bien a Santos y a Uribe que se junten a dialogar”.Es casi imposible que lo vayan a hacer por ahora. Pero sí sería conveniente que Santos liderara una nueva ronda de despolarización. No puede seguir pareciendo prisionero de la discusión entre las fuerzas extremas. Un día marchando con campesinos y al otro negándose a pedir perdón. Debe imponer una línea moderada y sensata sobre la agenda política nacional. Por eso fue tan refrescante su inicio de gobierno. Por su parte Uribe, que se precia de ser tan frentero, debe despejar dudas de una vez por todas. O está con los conspiradores que pretenden transformar las instituciones del Estado o asume su papel como líder político desde la distancia que confiere el título de expresidente así sea en la más franca oposición.