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Un proverbio africano dice que cuando los elefantes luchan quienes más sufren son las hormigas, pero que cuando los elefantes hacen el amor las hormigas sufren aún más. En Colombia este proverbio sí que aplica.

8 de junio de 2018 Por: Gustavo Duncan

Un proverbio africano dice que cuando los elefantes luchan quienes más sufren son las hormigas, pero que cuando los elefantes hacen el amor las hormigas sufren aún más. En Colombia este proverbio sí que aplica.

En su última columna María Jimena Duzán habló de la particular y escandalosa reconciliación del expresidente Cesar Gaviria con el uribismo. Ya desde hacía rato se sabía que Gaviria, jefe natural del Partido Liberal, era escéptico con el candidato de su partido, Humberto de la Calle. Corrieron en un principio rumores de una eventual alianza con Vargas Lleras, en que Simón, el hijo de Gaviria, iba a ser la fórmula vicepresidencial.

Fueron solo rumores. Pero luego en una entrevista en El Tiempo, Gaviria comenzó a ventilar solapadamente su escepticismo con De La Calle y a hacer guiños a la campaña de Duque. Hasta allí todo normal, teniendo en cuenta la capacidad de la dirigencia política colombiana de reciclarse en proyectos electorales con aliados que hasta hace poco eran sus peores enemigos declarados.

Nada nuevo. Ya el país había visto cómo dos grandes elefantes del poder político nacional, Samper y Santos, se reconciliaron al punto que Santos le dio participación burocrática en el alto gobierno y Samper correspondió con su apoyo. ¡Lo sorprendente es que a mediados de los 90 Santos armó una conspiración para tumbar al entonces presidente Samper con las Farc, los paramilitares y Víctor Carranza! El argumento para tumbarlo era que Samper era ilegítimo por sus vínculos con el Cartel de Cali y solo él, Santos, tenía la llave de la paz porque había sentado a todos los actores del conflicto.

Pero en el caso de Gaviria y su acercamiento al uribismo hay un ingrediente que muestra cómo cuando los elefantes dejan de luchar y se dedican a hacer el amor, las hormigas salen perdiendo. Duzán recuerda que los expresidentes Uribe y Pastrana escribieron una carta al fiscal Néstor Humberto Martínez, en la que le piden investigar unos pagos de Odebrecht a la campaña de Santos en 2014. Esos pagos, cerca de $4000 millones, estarían dirigidos a una empresa perteneciente a Esteban Moreno, “un empresario caleño muy cercano a […] Simón Gaviria”.
También contó un acalorado almuerzo en que Cesar Gaviria amenazó al fiscal de decirle al país quién era realmente si se metía con su hijo.

El punto de Duzán es que tras la adhesión de Gaviria a la campaña de Duque luego de la primera vuelta no solo están “sus negocios de gas” o que quiera colocar a Simón en la fila de presidenciables, sino que busca neutralizar la denuncia contenida en la carta de Uribe y Pastrana. Por eso, Gaviria pasó de ser uno de los críticos más duros de Uribe, como se observa en videos donde tacha a Uribe de mentiroso y de pretender cambiar las cortes para encubrir sus fechorías, a un aliado de una causa común. Lo que, palabras más palabras menos, significa que el paso del odio al amor entre los elefantes les cuesta a los contribuyentes colombianos, es decir a las hormigas, que se acabe la presión para perseguir a uno de los posibles beneficiarios de los sobornos de Odebrecht.

La moraleja de todo lo anterior es que gran parte de la aguda polarización por la que atraviesa el país se debe a peleas y reconciliaciones de elefantes que tienen mucho de teatral, así algunas sean genuinas, pero que en el fondo esconden acuerdos sobre la protección de intereses y prácticas comunes.

Sigue en Twitter @gusduncan