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El problema con cualquier teoría de la conspiración es que se puede...

27 de septiembre de 2014 Por: Gustavo Duncan

El problema con cualquier teoría de la conspiración es que se puede ir lo lejos que se quiera en la explicación de un evento. Por definición, las conspiraciones son obra de unos pocos actores con gran capacidad de apalancar decisiones de manera clandestina. Por ser pocos, muy poderosos y casi invisibles se puede atribuir a ellos cualquier cosa de la que sean capaces y asumir que efectivamente la hicieron.La abundante industria mediática sobre el tema es una demostración además que a la gente le gusta fantasear con las conspiraciones. Desde asuntos tan disparatados como ocultar la vida extraterrestre hasta asuntos más realistas como el asesinato de Kennedy son recurrentes ya no solo en canales paranormales. Al propio canal Discovery, que se supone es un canal científico, le toca inventar sirenas escondidas en ultramar para no perder audiencia.¿Por qué a la gente le gusta tanto la idea de una conspiración? Supongo que porque es atractivo culpar a unos pocos de desgracias de las que todos somos un poco responsables o de la negación de maravillas y cosas buenas que nos merecemos sin haber hecho mucho. Pero además a la gente le debe gustar la idea de la conspiración porque, aunque son mucho menos frecuentes y mucho menos extendidas de lo que se supone, existen. Y si en algún área de la vida humana ocurren es en la política. Tumbar gobiernos, sabotear economías, asesinar políticos y contrabandear armas no son sucesos extraños.Precisamente en los próximos días se estrena una película cuyo tema es una conspiración política que efectivamente ocurrió. La película se llama ‘Kill the Messenger’ (‘Matar al mensajero’ en español) y trata sobre Gary Webb, un periodista que denunció al gobierno de Reagan por utilizar ganancias de las importaciones de cocaína en EE.UU. para financiar a la contra nicaragüense.La película no solo rememora una conspiración bastante documentada, como fue el uso del narcotráfico por el propio gobierno de EE.UU., sino que lleva la conspiración al menos a otros dos asuntos: a la destrucción de la carrera y la vida privada de Weeb por el gobierno y, más grave aún, al incremento de la adicción al ‘crack’ en los guetos negros por la disponibilidad de la cocaína que entraba al mercado norteamericano bajo la protección de la CIA.Weeb murió como consecuencia de un suicido que se especula pudo ser un asesinato, pues es difícil suicidarse de dos balazos en la cabeza. Sobre el tema de la explosión de la adicción al crack en los guetos negros hay mayor discusión. Se sabe que la droga fue vendida en estas comunidades pero es posible argumentar que incluso sin que la CIA hubiera intervenido la epidemia del crack entre los negros hubiera ocurrido.Para los colombianos esta conspiración tiene un lugar especial en nuestro sistema de culpas. El mensaje es que nuestro gobierno no es el único que utiliza los recursos del narcotráfico para propósitos políticos. Para muchos puede significar un consuelo moral saber que quienes nos juzgan por corrupción también han utilizado el dinero de la droga para reprimir insurgencias incómodas a través de ejércitos paramilitares.Pero es un consuelo de tontos. EE.UU. nunca utilizó estos recursos para armar paramilitares al interior de su territorio y luego que estalló el escándalo la CIA se abstuvo de volver a permitir el tráfico de drogas. Acá algunas conspiraciones pareciera que nunca acaban.